Practica escucha

Bloque 1

 

La rana y la serpiente

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Érase una vez una cría de rana que saltaba por el campo cuando al otro lado del sendero descubrió a un ser al que jamás había visto. Era largo y delgado, y su piel parecía brillar con todos los colores del arco iris.

—¡Hola! —exclamó la ranita—. ¿Qué haces aquí tendido en el sendero?

—Me caliento al sol —exclamó—. Me llamo Bebé Serpiente. ¿Y tú?

—Yo soy Bebé Rana. ¿Te gustaría jugar conmigo?

—Mira lo que puedo hacer —dijo Bebé Rana y dio un salto en el aire—. Si quieres, te enseñaré —le propuso.

Enseñó a saltar a Bebé Serpiente y brincaron juntos por el sendero.

—Mira lo que yo puedo hacer —dijo Bebé Serpiente, y reptó sobre el vientre deslizándose por el tronco de un viejo árbol. Si quieres, te enseñaré a hacerlo.

Y Bebé Serpiente enseñó a Bebé Rana cómo reptar sobre el vientre y encaramarse a los árboles. Más tarde, les dio hambre y decidieron irse a casa a comer.

Quedaron en que se encontrarían al día siguiente.

—Gracias por enseñarme cómo se salta —gritó Bebé Serpiente.

—Gracias por enseñarme a reptar por los árboles —exclamó Bebé Rana.

Y se marcharon a su casa.

—¡Mira lo que sé hacer, mamá! —exclamó Bebé Rana, reptando sobre el vientre.

—¿Dónde has aprendido a hacer eso? —le preguntó su madre.

—Me lo enseñó Bebé Serpiente —contestó—. Esta mañana jugamos en el campo. Es mi nuevo amigo.

—¿Acaso no sabes lo malvada que es la familia Serpiente? —preguntó su madre—. Tienen veneno en los dientes.

Mientras tanto Bebé Serpiente regresó a su casa y empezó a dar saltos frente a su madre.

—¿Quién te ha enseñado a hacer eso? —preguntó esta.

 

 

—Ha sido Bebé Rana —contestó—. Es mi nuevo amigo.

—¡Qué calamidad! —dijo su madre—. ¿Es que no sabes que nuestra relación con la familia Rana ha sido mala desde el principio de los tiempos? La próxima vez que juegues con Bebé Rana, cázalo y comételo.

Al día siguiente, cuando Bebé Rana encontró a Bebé Serpiente en el monte, se mantuvo a distancia.

—Me temo que hoy no podré jugar contigo —exclamó dando un par de saltos hacia atrás.

Bebé Serpiente lo observó en silencio mientras recordaba las palabras de su madre. Suspiró y se deslizó por el campo.

Y desde aquel día, Bebé Rana y Bebé Serpiente nunca han vuelto a jugar juntos. Pero suelen sentarse a tomar el sol y recuerdan ese único día en que compartieron su amistad.

 

El libro de los valores (2002), Bogotá, Casa Editorial El Tiempo.