Juan Oveja también quiere tener una persona
“Ni hablar. Tú no tendrás una persona”, dice papá Oveja durante la comida
del medio día. “Ya te lo hemos dicho mil veces. Vale ya. Punto”. “¡En mi
clase, todos tienen una!”, dice enfadado Juan Oveja. “¡Todos! Nunca me
permitís nada!".
“No se habla con la boca llena”, dice mamá Oveja muy suavemente. “Tú
sabes que a papá y a mí no nos parece nada bien tener personas como
mascotas. ¡Eso es una crueldad!”.
Pero Juan lo intenta de nuevo al atardecer, antes de acostarse, mientras
caminan por la pradera. “Mamá, ¿y una pequeña?”, pregunta. “¡Te prometo
que le tendré siempre la jaula limpia!”.
“No es no”, dice severo papá Oveja, pero se encuentran con el señor y la señora
Liebre, y mamá y Juan se quedan solos. “¿Y si es una pequeñita?”, susurra Juan.
“Además, pronto tendré cumpleaños. No me olvidaré de darle de comer. ¡Lo
prometo!”.
“Es que no está bien para una persona, cariño”, dice mamá, “que esté siempre
enjaulada”. “Jugaré con ella”, dice Juan Oveja. “¡Por favor mamá!”. “Ya veremos,
corazón”, dice mamá Oveja.
A la mañana siguiente, en la escuela, es día de
arrumaco de personas y,
nuevamente, Juan sólo puede llevar con él su vieja muñeca. Pero Clara Ternera
ha traído una jaula con una persona negra auténtica y Ángel Cerdo tiene una
china y José Perro, incluso, un verdadero
esquimal.
¡Y sucede que sí, que a Juan le regalan una persona! Una blanca muy, muy
pequeña, que lleva puestos un traje y un sombrero y puede que no sea tan bonita
como el esquimal de José y el negro de Clara, pero, y eso es lo más importante,
está viva.
“Gracias, mamá, gracias, papá.” “Se llama Peque.”
Ahora Juan tiene mucho que hacer. Siempre que quiere irse a jugar, después de
hacer los deberes, mamá le pregunta: “¿Le has dado de comer a tu persona?”.
Y en ocasiones, también exclama: “¡Verdaderamente, tendrías que limpiar la
jaula de nuevo!”. Y cuando el tiempo es bueno, quiere que Juan saque a Peque
de la jaula. “¡También querrá correr un poco!”, dice mamá Oveja. “¿Para qué te
hemos comprado la correa?”.
Juan le pone la correa a Peque y se van con Clara y Ángel. Juegan a que sus
personas recojan palos que les tiran y salten por encima de una rama. Si
desobedecen, no les premian con algo rico.
Un día, Clara dice que su pequeño negro es tan manso que se le puede
dejar correr sin cadena. “¿Qué apostáis?”. Y ya José Perro suelta su persona.
Únicamente Ángel dice que no, que no, que su china es demasiado incontrolable.
Está convencido de que se le escaparía. “¿Y Peque?”, pregunta Clara, y continúa
mirándolo de forma especial. Y Juan dice que Peque es muy manso y lo suelta de
la cadena.
Por desgracia, él no sabía lo
impetuosa que podía ser su persona, que
rápidamente corre a meterse en un
matorral, y pese a que Juan le grita que haga
el favor de salir, Peque se introduce en éste.
“Mi Peque, mi pequeño hombre se ha ido”. Y aunque Clara y Ángel ayudan
afanosamente a buscarlo, Peque no aparece.
“¿Qué es lo que ha sucedido?”, pregunta mamá Oveja y lo lame por encima de
las orejas consolándolo, pero entonces ve la correa vacía y comprende todo lo
sucedido. “¿No te he dicho que a una persona no se la puede soltar nunca de
la cadena?”. Después, suspira brevemente, llama a papá Oveja y los tres juntos
van hasta el matorral en el que ha desaparecido Peque. Hace tiempo que salió
la luna y centellean las primeras estrellas. “¡Solo, ahí dentro, tendrás miedo”,
solloza Juan. “¡Se te pondrán los pelos de punta!”.
“Por favor, pueden hablar más bajo”, dice la señora Cierva y levanta la cabeza
fuera del matorral. “¡Están despertando a mis hijos!”. “Es que la persona de
Juan se ha escapado”, dice la mamá de Juan disculpándose. Sola, se morirá de
hambre. La señora Cierva despierta a sus hijos y todos ayudan a buscarla.
“¡No puede ser! Ciertamente, no hay quien lo soporte”, dice la señora Zorra y saca la
cabeza de la cueva. “¡Qué ruido!”. “Es que la persona de Juan se ha escapado”, dice
la señora Cierva disculpándose y entonces la señora Zorra despierta también a sus
hijos y todos ayudan a buscarla.
La señora Lechuza también ayuda y dice: “se ha caído en una zanja”. Y Juan
Oveja corre rápidamente hacia allí. Peque está sentado llorando y temblando,
con sus pantalones empapados y su chaqueta sucia y sin el sombrero en la
cabeza.
—“¡Mi Peque!”, susurra Juan y estrecha fuertemente a su persona, “¿qué tonterías
haces?”.
—“La tenemos de nuevo”, dice serio papá Oveja. “¡Pero no volverá a suceder
algo así!”.
Antes de irse a dormir, Juan le da un rico plátano a Peque.
—“¡Mi más querido Peque!”, susurra y acaricia la espalda de su persona.
—“¡Mi más querido Peque!”. Y los dos se quedan dormidos bajo la luna llena.
Boie, Kristien y Philiph Whatcher (2008),
Juan Oveja también quiere una persona, Madrid, Loguez. (Adaptación)