—Mientras yo duro medio tiempo, esa bruja Blanca dura dos, ¿te parece justo?
—Reclamaba Corchea. —Qué diré yo, que mientras sólo duro la octava parte de un tiempo y soy una esbelta, La Redonda, esa gorda antipática dura cuatro tiempos. ¡Es treinta y dos veces más aplaudida que yo! No lo soporto —replicaba Fusa.
Y así empezó todo. Quince días duraron estas dos señoras desapareciéndose, cambiándose de lugar o colocándose sobre las otras en los pentagramas, donde los músicos escriben las notas musicales.
Se detuvieron cuando supieron que Mauricio iba a cancelar el concierto de verano, debido a esta situación. Decidieron guardar sus travesuras para el día del concierto y así fue.
Cuando la banda arrancó, el público se volcó en aplausos y hurras, pero cuando nuestras amigas empezaron a hacer de las suyas, la cosa cambió a gritos de ¡fuera! y a chiflidos. Por fortuna, la policía no permite introducir a los conciertos ni tomates, ni huevos, ni mucho menos botellas. Hubiera sido fatal para la banda.
Al ver esto, y además a Mauricio a punto de desmoronarse en el escenario, Fusa y Corchea saltaron sobre uno de sus hombros y al oído le susurraron: —Perdónanos Mauricio, aunque humanas no somos, caímos en un error humano: la envidia, y eso nos hizo olvidar nuestra responsabilidad. ¡Vamos, arranca de nuevo!
El organista sonrió, respiró profundo, se dio vuelta hacia la banda y dijo:
Y uno, y dos, y tres y… ¡Qué viva el rock and roll!
Y así se reinició el concierto, cuyas visitas en YouTube, hasta ahora, ningún otro ha superado.
Isabel Torres
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