Practica escucha

Bloque 1

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La rebelión de las notas

 

 

 


 

Hace menos de un mes se originó la catástrofe que alcanzó a la banda de Mauricio Nassi, el organista que se volcó hacia el rock en la pasada primavera.

No es que Mauricio no lo pudiera creer, él cree en lo insólito, en lo espiritual, en lo mágico; no en vano en el 2011 era uno de los últimos organistas de iglesia que existían y sólo con 18 años de edad; pero esto… fue realmente increíble.
 
Mauricio es organista de esos enormes órganos de tubos tan altos como árboles, no de esos pequeños parecidos a organetas que acompañan las misas de los domingos. Organista de aquellos órganos como el de David Jones, el tenebroso capitán del Holandés Errante el barco fantasma de Piratas del Caribe. Por eso él, Mauricio, montó su estudio de grabación en los altos de una iglesia de 200 años de antigüedad ubicada en la avenida más importante de su ciudad, donde obviamente estaba el gigante órgano, el cual nunca dejó de tocar.

Todo comenzó cuando Mauricio formó la banda y la música salió de la iglesia para ir a llenar estadios en conciertos que hicieron vibrar a cientos de personas. Fue entonces cuando a dos de las notas que fijan los tiempos en la escritura musical: Corchea y Fusa se les metió en la cabeza que ellas no valían nada, ya que las demás recibían más aplausos del público, porque duraban más tiempo que ellas.

Cierto es que Redonda dura cuatro tiempos, que Blanca dura 2 y que Negra dura 1; pero también lo es que Semicorchea dura la octava parte de lo que dura Blanca, y Semifusa la sesenta y cuatroava parte de Redonda y ellas no se quejan. Saben que su trabajo y responsabilidad dentro de una obra musical es estar donde deben estar, pero Corchea y Fusa parecieron olvidarlo.

—Mientras yo duro medio tiempo, esa bruja Blanca dura dos, ¿te parece justo?
—Reclamaba Corchea.
—Qué diré yo, que mientras sólo duro la octava parte de un tiempo y soy una esbelta, La Redonda, esa gorda antipática dura cuatro tiempos. ¡Es treinta y dos veces más aplaudida que yo! No lo soporto —replicaba Fusa.

Y así empezó todo. Quince días duraron estas dos señoras desapareciéndose, cambiándose de lugar o colocándose sobre las otras en los pentagramas, donde los músicos escriben las notas musicales.

Se detuvieron cuando supieron que Mauricio iba a cancelar el concierto de verano, debido a esta situación. Decidieron guardar sus travesuras para el día del concierto y así fue.

Cuando la banda arrancó, el público se volcó en aplausos y hurras, pero cuando nuestras amigas empezaron a hacer de las suyas, la cosa cambió a gritos de ¡fuera! y a chiflidos. Por fortuna, la policía no permite introducir a los conciertos ni tomates, ni huevos, ni mucho menos botellas. Hubiera sido fatal para la banda.

Al ver esto, y además a Mauricio a punto de desmoronarse en el escenario, Fusa y Corchea saltaron sobre uno de sus hombros y al oído le susurraron: —Perdónanos Mauricio, aunque humanas no somos, caímos en un error humano: la envidia, y eso nos hizo olvidar nuestra responsabilidad. ¡Vamos, arranca de nuevo!

El organista sonrió, respiró profundo, se dio vuelta hacia la banda y dijo:

Y uno, y dos, y tres y… ¡Qué viva el rock and roll!

Y así se reinició el concierto, cuyas visitas en YouTube, hasta ahora, ningún otro ha superado.

 

Isabel Torres