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El camino inca: un peregrinaje

 

 

 

Los incas constituyeron una red de carreteras empedradas de más de 30 000 kilómetros que servía para comunicar sus principales centros poblados, extendidos sobre un área que comprendía lo que es hoy Perú, Ecuador y Bolivia, así como partes de Chile y Argentina. Estas vías eran estupendas obras de ingeniería, atravesando abras nevadas y calurosos desiertos, con canales de desagüe, escaleras y túneles. Fueron tan bien construidas que grandes secciones aún sobreviven, a pesar de siglos de abandono.

 

Una de las rutas más conocidas –e impresionantes– de esta red imperial de carreteras se conoce hoy como el Camino inca a Machu Picchu. Sus hermosos asentamientos de radiante granito blanco, erigidos sobre elevados promontorios en profundas quebradas envueltas en neblina, deben haber sido aún más hermosos durante la época incaica que en nuestros tiempos.

 

Hoy, el Camino inca se ha convertido en una especie de peregrinaje para caminantes de todos los rincones del mundo. La ruta comprende 43 kilómetros, y parte desde Q’orihuayrachina, mejor conocida como Kilómetro 88 en la línea férrea Cusco-Quillabamba. El verdadero camino comienza en el pueblo y las terrazas de Patallacta. Desde aquí la ruta asciende por el valle de Llullucha hasta llegar a la espectacular abra de Warmiwañusqa (“Se Murió Mujer”) a más de 4 000 metros de altitud. (Esta primera parte de la ruta fue utilizada durante los siglos XVIII y XIX como ruta de contrabando, y los herrajes de las mulas borraron las piedras incaicas originales). Después de Warmiwañusqa, el camino desciende abruptamente al valle de Pacamayo. Cuando comienza a ascender nuevamente, el camino se asemeja más a su estado original: una carretera empedrada con lajas de granito blanco, ascendiendo y descendiendo dos elevadas abras más, zigzagueando a través de los diferentes pisos ecológicos, antes de precipitarse 1 500 metros en el denso bosque de nubes alrededor de Machu Picchu.

 

El camino lleva a varios complejos arqueológicos de una belleza exquisita, atraviesa plataformas de observación, perfora la tierra con dos túneles donde las pendientes son imposibles de pasar, y atraviesa por algunos de los paisajes de montañas más hermosos de la Tierra. Mientras se camina por esta ruta es imposible dudar que la experiencia entera fue planificada. Los incas deseaban que los caminantes se maravillasen cuando llegaran a las abras y voltearan las curvas. Se puede especular que fue una obra de arte con propósito explícito: enaltecer al alma del peregrino en su trayecto hacia Machu Picchu. Es probable que no todos los viajeros hubieran emprendido un viaje espiritual –seguramente algunos fueron obreros cumpliendo una labor cotidiana– pero sí parece probable que originalmente este camino fuera una ruta de peregrinaje, y su destino una ciudad sagrada.

 

 

Frost, Peter (1995). Santuario histórico: Machu Picchu. Perú: Nuevas Imágenes. (Adaptación)