Este tema trata los acontecimientos más relevantes del siglo XVIII y comprende las nuevas condiciones sociales, económicas, científicas y tecnológicas que trascendieron como resultado de la Revolución Industrial. Se resalta el nacimiento del sistema político de Estados Unidos y las ideas principales del movimiento ideológico de la Ilustración, así como su importancia y efecto en las revoluciones políticas que surgieron más adelante. También se abarcan las características más relevantes que se derivaron de la Revolución Francesa y del Imperio Napoleónico, se destaca la importancia que dichos acontecimientos tuvieron en el ascenso de la burguesía, y la expansión del liberalismo y el nacionalismo.
Supongo a los hombres llegados al punto en que los obstáculos que impiden su conservación en el estado natural superan las fuerzas que cada individuo puede emplear para mantenerse en él. Entonces, este estado primitivo no puede subsistir y el género humano perecería si no cambiara su manera de ser.
Ahora bien, como los hombres no pueden engendrar nuevas fuerzas, sino solamente unir y dirigir las que existen, no tienen otro medio de conservación que el de formar por agregación una suma de fuerzas capaz de sobrepujar la resistencia de ponerlas en juego con un solo fin y de hacerlas obrar unidas y de conformidad. Esta suma de fuerzas no puede nacer sino del concurso de muchos; pero, constituyendo la fuerza y la libertad de cada hombre los principales instrumentos para su conservación, ¿cómo podría comprometerlos sin perjudicarse y sin descuidar las obligaciones que tiene para consigo mismo? Esta dificultad, concretándola a mi objeto, puede enunciarse en los siguientes términos:
“Encontrar una forma de asociación que defienda y proteja con la fuerza común la persona y los bienes de cada asociado, y por la cual cada uno, uniéndose a todos, no obedezca sino a sí mismo y permanezca tan libre como antes.” Tal es el problema fundamental cuya solución da el Contrato Social (…).
Jean Jacques Rousseau (1712-1778), El Contrato Social. Capítulo VI. Del pacto social.
Cuando, en el curso de los acontecimientos humanos, un pueblo se ve en la necesidad de romper los lazos políticos que le unían a otro, y tomar entre las potencias de la tierra el rango de independencia y de igualdad al que las leyes de la naturaleza y Dios le dan derecho, un justo respeto hacia la opinión de los hombres exige que declare las causas que le han llevado a esta separación.
Tenemos como evidentes por sí mismas estas verdades: que todos los hombres nacen iguales; que su Creador les ha dado ciertos derechos inalienables, entre ellos la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos los hombres instituyen entre ellos gobiernos cuyo justo poder emana del consentimiento de los gobernados; que si un gobierno, cualquiera que sea la forma, llega a desconocer estos fines, el pueblo tiene el derecho de modificarlo o de abolirlo y de instituir un nuevo gobierno que se funde sobre tales principios, y que organice los poderes según tales formas, que le parezcan las más adecuadas para asegurar su seguridad y su felicidad (…).
En consecuencia, nosotros, los representantes de los Estados Unidos de América, reunidos en Congreso General, tomando al Soberano Juez del universo como testimonio de la rectitud de nuestras intenciones, publicamos y declaramos solemnemente, en nombre y por la autoridad del buen pueblo de estas colonias, que estas colonias unidas son y de derecho deben ser Estados libres e independientes; que son libres de toda unión a la Corona de Inglaterra; que toda unión política entre ellas y el Estado de Gran Bretaña es y debe ser totalmente disuelta; que en calidad de Estados libres e independientes tienen pleno poder de hacer la guerra, de concluir la paz, de contraer alianzas, de establecer actos de comercio y todos otros actos y cosas que los Estados independientes tienen derecho a hacer. Y para sostener esta Declaración, con una firme confianza en la protección de la Divina Providencia, comprometemos nuestras vidas, nuestras fortunas y nuestro sagrado honor.
4 de julio de 1776.
En el Ensayo sobre el gobierno civil, secciones 95 y 96, Locke expresa que:
…Una vez que un determinado número de hombres ha consentido en constituir una comunidad o gobierno, quedan desde ese mismo momento conjuntados y forman un solo cuerpo político dentro del cual la mayoría tiene el derecho de regir y de obligar a todos.
En efecto, una vez que, gracias al consentimiento de cada individuo, ha constituido cierto número de hombres una comunidad, han formado, por ese hecho un cuerpo (…) con poder para actuar como un solo cuerpo, lo que se consigue por la voluntad y la decisión de la mayoría.
En el artículo “Economía política”, publicado en la Enciclopedia, Rousseau dice:Si el estado o la ciudad no es sino una persona moral cuya vida consiste en la unión de sus miembros; y si el más importante de sus cuidados es el de su propia conservación, necesita una fuerza universal y coactiva para mover y disponer cada una de las partes del modo conveniente al todo (…).
El derecho que cada particular tiene sobre su propiedad está siempre subordinado al derecho que la comunidad tiene sobre todos (…) Así, pues, para que el pacto social no sea una fórmula vana, contiene tácitamente este compromiso (…) que quienquiera que se niegue a obedecer a la voluntad general será obligado a hacerlo por todo el cuerpo; lo que no significa otra cosa sino que se le obligará a ser libre (…) condición que constituye el artificio y el juego de la máquina política, y única cosa que hace legítimos los compromisos civiles, los cuales serían sin ello absurdos, tiránicos y sujetos a los más enormes abusos.
George H. Sabine, Historia de la teoría política, p. 419.
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¿De qué manera la Ilustración influyó en...? |
La Enciclopedia es el mejor documento sobre las ideas de la burguesía francesa en el siglo XVIII, y sobre sus audacias y sus límites. Diderot supo asociar a su empresa a sabios como D’Alembert y Buffon (el más grande filósofo de su tiempo, según Diderot), a financieros ilustrados como Helvétius, a especialistas en ateísmo como el barón de Holbach, a los principales representantes de la escuela fisiocrática (...). Incluso consiguió de Voltaire y Rousseau una breve colaboración.
Jean Touchard, Historia de las ideas políticas,
Tecnos, Madrid, España, 1981, p. 317.
Diderot expuso en la Enciclopedia el plan conforme al cual se editó aquel gran órgano del liberalismo:
En todos los casos en que un prejuicio nacional parezca merecedor de respeto, el artículo que a él se refiera deberá exponerlo respetuosamente, con todo el séquito de atracciones y posibilidades. Pero el edificio de barro debe ser derribado, y esparcido a los vientos como montón inservible de polvo, por referencias a artículos en los que principios sólidos sirvan de base para verdades opuestas. Este modo de desengañar a los hombres opera con prontitud en espíritus rectos, y opera infaliblemente y sin ninguna consecuencia perturbadora, secretamente y sin disturbios, sobre los espíritus de toda clase.
George H. Sabine, Historia de la teoría política,
Fondo de Cultura Económica, México, 1981, p. 414.
En su obra, Sistema social, publicada en 1773, Paul Heinrich d’Holbach ofrece una:
…moderación bastante grande de los remedios liberales que propone. Holbach no era en ningún sentido revolucionario, por lo menos en su intención. Dice una y otra vez que la razón no derrama sangre, que los hombres ilustrados son pacíficos, que la inteligencia es lenta, pero segura. Aún menos puede calificársele de demócrata.
Los representantes del pueblo deben ser hombres acaudalados, “ligados al Estado por sus posesiones e interesados en conservarlas tanto como en mantener la libertad”.
“No entiendo por pueblo (dice Holbach) el estúpido populacho que, privado de ilustración y buen sentido, puede convertirse en cualquier momento en instrumento y cómplice de demagogos turbulentos que deseen perturbar la sociedad. Todo hombre que pueda vivir respetablemente con los ingresos de su propiedad y todo cabeza de familia propietario de tierra deben ser considerados como ciudadanos. El artesano, el comerciante y el asalariado deben ser protegidos por un Estado al que sirven útilmente cada uno a su manera, pero no son verdaderos miembros de él hasta que por su trabajo y su industria han adquirido tierra.”
George H. Sabine, Historia de la teoría política, p. 419.
La construcción de La Bastilla se remonta al siglo xiv (el 22 de abril de 1370), cuando fue colocada la primera piedra por el líder de los mercaderes de París, Hugues Subriot. La voz bastille es un nombre genérico que significa, en antiguos términos militares, obra destacada de defensa o ataque, plaza fuerte. Su construcción se inspiró en las obras realizadas en la época del emperador romano Julio César. Así, en su origen, La Bastilla parisiense fue una fortificación contra los ingleses durante la Guerra de los Cien Años; por tanto, no fue una prisión, comenzó a serlo a partir de Carlos VI, pero oficialmente fue el cardenal Richelieu el primero que convirtió la fortaleza en prisión del Estado.
Con el paso de los años, La Bastilla fue considerada una cárcel para la gente del pueblo, pero en realidad era una prisión política y de aristócratas. Cuando murió Luis XIV en 1715, fecha en que dio inicio la Ilustración, La Bastilla comenzó a participar también en una especie de representación del despotismo ilustrado. Los encierros fueron arbitrarios y por tiempo indefinido, entre sus muros fueron detenidos numerosos protestantes, por los que el Rey Sol sentía un marcado rencor, entre los que se contó Constantino de Renneville; también recibió a hombres de letras, por lo que se calificó como prisión de la pensée. Entre los personajes famosos que pasaron algún tiempo ahí se encuentran Voltaire, Linguet, Diderot y Mirabeau.
Voltaire estuvo en dos ocasiones: la primera por haber insultado con sus versos al regente de Orleans y a su hija, y la segunda, por haber ofendido al caballero de Rohans. Linguet, abogado y periodista, fue detenido por delito de prensa y difamación; Diderot, colaborador de la Enciclopedia, fue encarcelado por algunos de sus escritos. Con respecto a la vida en La Bastilla, poco se sabe con certeza porque los archivos se perdieron y solo existen documentos de finales del siglo xvii y el xviii. La Revolución Francesa dio fama a La Bastilla cuando trabajadores del barrio de Saint-Antoine tomaron el edificio y finalmente lo destruyeron. Desde entonces se conmemora el 14 de julio de 1789 como el Día Nacional de Francia y símbolo de la caída del despotismo real.