En este tema se abordará el estudio de la Primera Guerra Mundial —que tuvo lugar de 1914 a 1918— desde varios ángulos, con la intención de ofrecer al estudiante una síntesis comprensiva de un acontecimiento tan complejo, también se abarca la extensión de la guerra a las colonias europeas y el destino final de las posesiones del bando derrotado. Con la intención de que los alumnos comprendan que la Primera Guerra Mundial no se desencadenó de un modo espontáneo, sino que sus orígenes penetraron en las raíces de un siglo de feroz competencia imperialista entre las potencias europeas, en la polarización progresiva de la vida internacional en dos bloques militares y en las rivalidades económicas entre las naciones occidentales que tuvieron lugar en dicho periodo.
La historia de estos últimos años, y especialmente los dolorosos acontecimientos del 28 de junio, ha demostrado la existencia en Serbia de un movimiento subversivo cuyo fin es separar de la monarquía austrohúngara algunas partes de sus territorios (...). El gobierno imperial y real se ve obligado a pedir al gobierno serbio la formulación oficial de que condena la propaganda dirigida contra la monarquía austrohúngara (...) y que se compromete a suprimir, por todos los medios, esta propaganda criminal y terrorista (...).
El gobierno real serbio debe comprometerse a:
1) Suprimir toda publicación que incite al odio y al desprecio de la monarquía y cuya tendencia general esté dirigida contra su integridad territorial.2) Disolver inmediatamente la sociedad llamada Narodna Odbrana (Mano Negra) y confiscar todos sus medios de propaganda (...).5) Aceptar la colaboración en Serbia de los órganos del gobierno imperial y real en la supresión del movimiento subversivo (...).6) Abrir una encuesta judicial contra los participantes en el complot del 28 de junio que se encuentran en territorio serbio. Los órganos delegados por el gobierno imperial y real tomarán parte en las investigaciones correspondientes.9) Dar al gobierno imperial y real explicaciones sobre los propósitos injustificables de los altos funcionarios serbios que no han dudado, después del atentado del 28 de junio, en expresarse de manera hostil hacia la monarquía austrohúngara. El gobierno imperial y real espera la respuesta del gobierno real (serbio) lo más tarde hasta el sábado 25 de este mes, a las cinco de la tarde. 23 de julio de 1914.
Ma. Victoria López Cordón Cortezo y José Urbano Martínez Carreras, Análisis y comentarios
de textos históricos, Alhambra Mexicana, México, 1990, pp. 291-293.
Es un bombardeo intenso, inaudito, como no habíamos visto todavía en toda la campaña. La tierra tiembla, trepidamos, somos sacudidos; granadas de todo calibre caen de nuestro lado. La trinchera no existe más, está colmada; nos agazapamos en la fosa de una granada y pronto estamos cubiertos por el barro arrojado al aire que nos cae encima a cada estallido. El aire es irrespirable. Los soldados enceguecidos, heridos, arrastrándose, gritando, nos caen encima y vienen a morir salpicándonos con su sangre. Es el infierno desatado. ¡Cómo se puede sobrevivir a semejantes momentos! Las sienes, el corazón, todo se siente mal: no se puede imaginar un sufrimiento igual, la garganta seca quema, tenemos sed y esto dura hasta el infinito.
Un sargento en Verdún, 1916.
Citado por Richard Thoumin, La Gran Guerra.
Los tanques, que al principio se tomaron en broma, resultan un arma terrible. Vienen blindados, rodando en una larga fila. Más que otras cosas, representan para nosotros el horror de la guerra. No vemos los cañones que nos hacen fuego graneado; las líneas del adversario se componen de hombres como nosotros, pero estos tanques son máquinas, sus cadenas corren sin fin, como la guerra; son el exterminio cuando ruedan, implacables, por dentro de los embudos, cuando suben y bajan sin posibilidad de detenerlos. Flota de acorazados que surgen, que vomitan humo. Bestias de acero, invulnerables, que trituran cadáveres y heridos. Nos hacemos pequeñitos ante ellos, dentro de nuestra delgada piel; ante el empuje tremendo, nuestros brazos son como canutillos de paja; nuestras granadas de mano se convierten en fósforos. Granadas. Vaho de gases asfixiantes. Flotillas de tanques... Ser triturados, corroídos...muertos Disentería, gripe, tifus... Ahogarse, arder, morir...Trinchera, hospital, fosa común... No hay otras posibilidades.
Erich M. Remarque, Sin novedad en el frente,
(Novelista alemán que combatió en el frente occidental).por Antonio Fernández.
El mayor obstáculo para la modernización de Rusia estribaba en la personalización del poder. Mientras que Italia y España habían generado una clase funcionaria que permitía desempeñar la actividad del Estado en tareas de complejidad creciente, en Rusia todo dependía del monarca, y a su imagen y semejanza en la vida comarcal y regional, nobles de educación arcaica tomaban decisiones de manera arbitraria. La guerra rusojaponesa exhibió a los ojos de todos la incapacidad del zarismo. Autocracia y revolución industrial parecían términos incompatibles. No existían partidos políticos, elecciones, parlamento, libertad de prensa, y el zar había prohibido que se pronunciara en su presencia la palabra constitución. Faltaban, por tanto, todas las instituciones políticas que definen la modernidad, lo cual fue más decisivo que la incapacidad o capacidad personal del zar Nicolás II. Quizás exagera Trotski cuando lo retrata como un semiimbécil movido únicamente por sus necesidades fisiológicas; otras semblanzas hablan de su honestidad y sus buenas intenciones, lo que le distanciaría de su predecesor Alejandro III. Pero en todo caso carecía de preparación para afrontar los desafíos del siglo, cuya complejidad no comprendía en absoluto. Con la apelación a la represión severa para abortar cualquier conato de protesta, la situación se degradaba de un año para otro.
Antonio Fernández, Historia Universal, Edad Contemporánea,
Vicens Vives, Madrid, España, 1996, p. 434.
(...) Hemos llevado la revolución democrático–burguesa a su término como nadie. Con plena conciencia, de manera firme e inflexible seguimos adelante, hacia la revolución socialista (...).
Pero acabemos con lo que se refiere al contenido democrático–burgués de nuestra revolución. Los marxistas deben comprender lo que esto significa. Para explicarlo, tomemos unos cuantos ejemplos elocuentes. El contenido democrático–burgués de la revolución quiere decir limpiar las relaciones sociales (el orden de cosas, las instituciones) de un país de todo lo medieval, de los elementos de servidumbre, del feudalismo. ¿Cuáles eran las principales manifestaciones, supervivencias y vestigios del régimen de servidumbre en Rusia? La monarquía, la división en estamentos, las formas de propiedad y de usufructo de la tierra, la situación de la mujer, la opresión de las nacionalidades (...). En unas diez semanas, desde el 25 de octubre (7 de noviembre) de 1917 hasta la disolución de la Constituyente (5 de enero de 1918), hicimos en este terreno mil veces más que los demócratas pequeño–burgueses (mencheviques y eserristas) durante los ocho meses que estuvieron en el poder.
(...) El régimen soviético es precisamente una de las confirmaciones o manifestaciones evidentes de esta transformación de una revolución en otra. El régimen soviético es el máximo de democracia para los obreros y campesinos y, a la vez, significa la ruptura con la democracia burguesa y el surgimiento de un nuevo tipo de democracia de alcance histórico–universal: la democracia proletaria o dictadura del proletariado.
Lenin: Con motivo del IV aniversario de la Revolución de Octubre.
Citado por Antonio Fernández, Historia del mundo contemporáneo,
Vicens Vives, Barcelona, España, 1996, pp. 186-287.
Lo interesante no es el código, que sólo es obedecido en la medida en que no contradiga a la costumbre, sino la manera como funciona efectivamente hasta nuestros días la comuna rural.
La comuna no es una reunión de individuos. Es un conjunto de hogares. En la base de la sociedad campesina se encuentra la familia. Antes era la “gran familia”, agrupada alrededor del padre y los hijos casados junto con sus propios hijos. Esta gran familia ya no existe. Los hijos casados permanecen de ordinario un año, dos o tres con su padre, trabajando bajo sus órdenes, entregándole todo lo que puede ganar y recibiendo en cambio sustento y alojamiento. Después de ese tiempo, el hijo se “separa”; el padre le da con qué construir una casa más algunos utensilios, la comuna le asigna un terreno dentro de la aldea y algunas parcelas en el campo; así se constituye un nuevo hogar. Cada año puede verse que las aldeas crecen con algunas isbas nuevas.
Ésos son los hogares representados en el conjunto comunal. La ley establece que todos los individuos de ambos sexos que tengan 18 años tendrán derecho a votar: el campesino ve en ello un absurdo. La familia está representada por su jefe natural, que puede ser una mujer o un hijo, a falta del padre. Pero ni a la mujer ni al hijo se le ocurrirá jamás asistir a la asamblea si está presente el padre.
(…) De igual modo, algunas comunas vecinas, contiguas, tienen unas más tierras que otras, unas tienen prados y otras no, según que sus señores sean más o menos ricos. La revolución no ha terminado con esas divisiones incómodas, con esas desigualdades: tan vigorosa ha permanecido la tradición. Es así que dos o tres porciones de una comuna, divididas entre varias aldeas, tienen cada una sus labores propias y sólo conservan en común los prados; sin embargo, la solidaridad comunal es tal que, en esos combates a puñetazos que todavía ocurren en el campo, la gente no se enfrenta aldea contra aldea, sino comuna contra comuna, de modo que las porciones separadas acuden en esta ocasión al rescate de sus hermanas.
La comuna es una colectividad a toda hora. No vive sólo en sus asambleas. No son las asambleas las que deciden la fecha en que se empezará a traer el estiércol, a sembrar, a segar, a cortar el centeno, etc. Sin embargo, casi todo el mundo participa, excepto por razones especiales. Nadie se hace del rogar. Pero conociendo el estado de los campos, y viendo el tiempo probable, se ha dado la voz la noche anterior o por la madrugada, el acuerdo ha sido casi inmediato. Otros casos requieren conciliábulos más serios; por la noche, si la temperatura lo permite, ante la escalinata de una isba. No hay convocatorias formales, ni presidente, ni orden del día, ni reglamento, ni votos contados, pero todos saben muy bien de qué se trata, y se crea finalmente una opinión común. En un grado superior, si se quiere, se encuentra la asamblea regularmente convocada, la que elige a su presidente y su secretario de sesión. Se reúne con frecuencia, dos, tres veces por mes, de ordinario el domingo por la mañana. Las “deliberaciones” son agitadas, desordenadas, los “discursos” abundan en digresiones, en chistes, en violencia, los rostros duros parecen enfurecerse... Pero después de haber divagado y gritado mucho, se llega a una “sentencia” que la mayor parte del tiempo es muy razonable.
La comuna no tiene órgano permanente, ni oficina, ni presidente, ni tesorero, que puedan usurpar alguna autoridad. Sólo tiene un “delegado”, tan lejano de ejercer la menor influencia que a menudo se escoge para esta tarea gratuita a un joven que sin ella no tendría ni voz en la discusión, ya que no es jefe de familia. El delegado convoca las asambleas y hace las gestiones ante el soviet. La comuna reparte entre sus miembros las otras funciones: el velador de noche que, en cuanto se apagan las fogatas, comienza su ronda agitando una carraca. No se encarga tanto de prevenir a los ladrones como de descubrir los incendios.
La comuna tiene sus asalariados: los pastores, quienes apacientan a las vacas y quienes apacientan a las ovejas, porque los animales se cuidan siempre en común... En una reunión general se debaten con él las condiciones para la estación: tantos kilos de harina y de papas por vaca, más algunos vestidos y una comida por turno en cada casa. Hay necesidad de reunirse también para hacer los pagos exigidos por el sindicato para el aseguramiento de esos pastores; los campesinos ven en eso un impuesto nuevo y vejatorio. La suma se reparte entre las familias.
La comuna tiene muchos otros gastos por hacer: el Estado le reclama a menudo dinero. Se le reconoce un bosque “de interés local”: se necesitan varios centenares de rublos para hacer la delimitación. Cada año, para hacer una tala, debe enviarse un delegado al conservador de bosques y pagar un derecho. Si hay necesidad de un agrimensor, deberá pagarse también. A veces deben arrendarse tierras o prados al Estado. Hay algunos gastos más voluntarios, como la reparación de los pozos, el mantenimiento de los caminos, el envío de un hombre a la ciudad para cierta gestión, etc. Todas esas operaciones se hacen en común y la asamblea general reparte los gastos entre las familias, ya sea por parte de iguales o en proporción al número de animales, al número de bocas, al número de hectáreas cultivadas, según lo que parezca más cómodo o más práctico en cada caso, y no sin discusiones.
La función más característica de la comuna es en efecto la posesión del suelo. La familia posee a perpetuidad su casa y sus otras construcciones, así como el terreno en el que están construidas, con un pequeño huerto. Pero los campos y los prados son comunales. (...) Las tierras cultivables son siempre el patrimonio estable de cada comuna o porción de comuna. Y la partición entre las familias no ocurre cada año, sino cada 9, 12 o 15 años. Estas redistribuciones tratan de restablecer la igualdad que al cabo de un tiempo tan prolongado se ha roto inevitablemente, ya que ciertas familias han crecido y otras han disminuido. El principio para la atribución de los lotes varía de un lugar a otro. Aquí, la unidad es la boca por alimentar; allá, es el grupo-tipo de cuatro personas o tiaglo bajo el Imperio servía de base al impuesto; más allá, es el número de brazos disponibles o una combinación de esos diversos elementos; hay localidades donde no se cuenta a las mujeres ni a los niños para una unidad entera. A veces se permite a quienes lo deseen tomar una parte de más, mientras que otros pueden no reclamar todas las partes a las que tienen derecho de acuerdo con el principio adoptado. A veces se fija un mínimo. Todo depende de la tradición y de la voluntad de cada comuna. Solo resta recordar que el sistema de cultivo más practicado en Rusia es la rotación trienal. La tierra cultivable de cada comuna se divide en tres suelos: suelo de invierno, donde se cultiva el centeno; suelo de primavera, donde se cultiva la avena, el lino, el alforfón, la patata; suelo en barbecho. Cada familia debe tener sus partes en cada suelo. A cada unidad de partición, en cada suelo, igual cantidad de tierras de igual valor: tal es la fórmula de la distribución.
Fuente: Jean Meyer, “Cómo funciona la comuna”, El campesino en la historia rusa y soviética, Fondo de Cultura Económica, México, 1996, pp. 81-85.
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¿Lo lograrían por la persuasión?
Sucede que el cultivador independiente que había resistido la agitación-constricción era más libre y estaba mejor alimentado que el otro. El gobierno casó la conclusión de que la colectivización debía ser total e inmediata. Pero la gente de la tierra se defendió ásperamente. ¿Cómo quebrantar su resistencia? Por la expropiación y la deportación en masa de ricos (los kulaki) y de todos aquellos que se decida calificar como kulaki. Es lo que llaman la liquidación de los kulakis en cuanto clase. ¿Se sabrá alguna vez qué desorganización de la agricultura resultó de ello? Los campesinos, antes que entregar su ganado al koljoz, lo matan, venden la carne y se hacen botas con el cuero. Con la destrucción del ganado, el país pasa de la escasez al hambre. Tarjeta de pan en las ciudades, mercado negro, desmoronamiento del rublo y de los salarios reales. Se necesitarán pasaportes interiores para retener a su pesar la mano de obra calificada en las fábricas. Puesto que la colectivización total se encamina al desastre, se le declarará alcanzada en 68%, demasiado tarde por lo demás, en marzo de 1930, en lo más fuerte del hambre y el terror.
Las mujeres venían a soltar las vacas tomadas por el koljoz, hacían con sus cuerpos una muralla a los animales: “¡Disparen, pues, bandidos!” ¿Y por qué no habrían de disparar contra esos rebeldes? En Rusia Blanca, cuando vinieron a cortar la crin de los caballos para la exportación, sin sospechar que los animales reventarían por ello, las mujeres rodearon al jefe del gobierno local, Golodied… y de pronto alzaron, furiosas sus sarafanes bajo los cuales estaban desnudas: “¡Aquí tienen, puercos!” ¡Toma nuestra crin si te atreves, no te daremos la de los caballos!” En una aldea de Kuban, cuya población entera fue deportada, las mujeres se desnudaron en las casas, pensando que no las harían salir desnudas; las sacaron tal como estaban, a culatazos, hacia unos vagones de ganado […] Cheboldaiev, del CC, presidía las deportaciones en masa de aquella región, sin sospechar que, por su celo mismo, sería fusilado en 1937. Terror en los pueblos más pequeños. Hubo hasta 300 focos de sublevación campesina a la vez en la Eurasia soviética.
En trenes repletos, los campesinos deportados partían hacia el norte glacial, los bosques, las estepas, los desiertos, poblaciones despojadas de todo; los viejos reventaban en el camino, se enterraba a los recién nacidos en los taludes de las carreteras, se sembraban en todas las soledades pequeñas cruces de ramas o de leña blanca. Algunas poblaciones, arrastrando en carricoches todo su pobre haber, se lanzaban hacia las fronteras de Polonia, de Rumania, de China, y pasaban –no enteras, claro– a pesar de las ametralladoras. En un largo mensaje al gobierno, de noble estilo, la población de Abjasia solicitó autorización para emigrar a Turquía.
Fuente: Jean Meyer, “La resistencia campesina”, Rusia, Fondo de Cultura Económica, México, 1999, pp. 201-207.
Ve la película animada Anastasia, de Don Bluth (1997).
Por medio de una investigación sobre el tema del régimen zarista, la Revolución rusa y lo aprendido en tus cursos de historia, determina y registra los errores históricos que contenga la película.
El pintor noruego Edvard Munch es considerado un precursor de la tendencia expresionista en el arte moderno. En Europa fue reconocido como un innovador trascendental. Tras la influencia de la pintura impresionista y postimpresionista, fue capaz de desarrollar su propio estilo, en el que es frecuente observar imágenes relacionadas con la enfermedad y la muerte. Sus obras más conocidas son las de la década de 1890, pero su producción posterior ha llamado cada vez más la atención y parece inspirar a los pintores actuales.
Munch pasó su infancia y adolescencia en Oslo, la capital de Noruega, con carencias económicas. Tenía 5 años cuando murió su madre, de tuberculosis. De la misma enfermedad fallecería su hermana, Sophie en 1877. Después de un año en la Escuela Técnica de Arquitectura, decidió ser pintor. Al estudiar en la academia de dibujo, corregiría sus trabajos con el artista más prominente de Noruega, Christian Krogh.
En 1885 viaja a París y empieza su obra Niña enferma, en la que evoca su experiencia personal con la muerte de su hermana y donde aparece la desolada visión de la existencia, su obsesión por la enfermedad y la muerte que habría de marcar la mayor parte de su producción artística. De 1892 a 1908 vivió en Alemania, sobre todo en Berlín, aunque hizo viajes frecuentes a Noruega y París; posteriormente volvió a su país natal, donde recibió algunos encargos oficiales (pinturas del paraninfo de la Universidad de Oslo, 1910-1916).
Su obra más conocida, el grito (1893), ha recibido con frecuencia el título de primer cuadro expresionista y constituye el ejemplo más típico de la pintura anímica de Munch. Su fuerza expresiva se debe en gran medida a las técnicas y efectos pictóricos empleados y se hace patente en la estridencia del colorido y la sinuosidad de las líneas. La escena en general, y en especial la figura que aparece en primer plano, se ha dibujado de una manera exagerada; es un rostro enloquecido por el remolino violento de las líneas diagonales y serpenteantes, con un colorido irreal que le hace emitir un grito de terror.
El cuadro visualiza asimismo un aspecto de la desesperación omnipresente a finales del siglo XIX y principios del XX, con sus connotaciones de angustia y sentimientos apocalípticos. La fuerza demoledora del motivo lo proyecta a nuestra época y demuestra la vigencia del tema.
El 23 de febrero de 1917 (8 de marzo según el calendario occidental), las trabajadoras rusas se aprestaban a movilizarse por el aniversario del Día Internacional de la Mujer.
“Los elementos socialdemócratas se proponían festejarlo en la forma tradicional: con asambleas, discursos, manifiestos, etc. A nadie le pasó por la mente que el Día Internacional de la Mujer pudiera convertirse en el primer día de la Revolución. Ninguna organización hizo un llamamiento a huelga para ese día. La organización bolchevique más combativa de todas, el Comité de la barriada de Viborg, aconsejó que no se fuese a la huelga.” (L. Trotski, Historia de la Revolución Rusa.)
Pero ese 23 de febrero, las obreras de algunas fábricas textiles se declararon en huelga y mandaron delegadas a buscar apoyo de los obreros metalúrgicos (...). Las trabajadoras salieron a manifestarse en defensa de sus hijos y familias, al grito de “Pan”. Ese día se declararon en huelga cerca de 90,000 obreras y obreros. Al día siguiente el movimiento se incrementó: salieron a la huelga cerca de la mitad de los obreros industriales de San Petersburgo, y a los gritos de “Pan” se sumaron consignas políticas contra la autocracia y la guerra. Había empezado la Revolución Rusa. Las mujeres, con su accionar, habían desatado una situación contenida en todo el movimiento obrero.
Uno de los movimientos artísticos que surgieron en el contexto de la Primera Guerra Mundial fue el dadá o dadaísmo, que nació en 1916 en Zurich, en la neutral Suiza, donde un grupo de jóvenes artistas —escritores, pintores y escultores— entre ellos Hugo Ball, Jean Arp y Tristan Tzara, quienes se negaron a tomar parte en lo que consideraban una guerra insana. El dadaísmo surgió como expresión de la protesta nihilista (de negación) de este grupo en contra de todos los aspectos de la cultura occidental, en especial contra el militarismo.
El término dada (palabra francesa que significa caballito de juguete) fue elegido por el escritor rumano Tristan Tzara durante una de las reuniones celebradas en el Voltaire, un club nocturno de Zurich, donde los dadaístas presentaron por primera vez espectáculos estrafalarios de música y danza. Al mismo tiempo que surgía el movimiento dadá se producía en Nueva York (Estados Unidos) una revolución contra el arte convencional, encabezada por Marcel Duchamp, Man Ray y Francis Picabia. En 1918 los dos grupos se reunieron en Lausana, Suiza, y publicaron el Manifiesto dadaísta, escrito en el cual los integrantes de este movimiento expusieron su visión del mundo y las características de la nueva corriente, que se extendió hacia Francia y Alemania.
Con la finalidad de expresar el rechazo a todos los valores sociales y estéticos del momento, los dadaístas recurrían con frecuencia a métodos artísticos y literarios apoyados en lo absurdo e irracional. Pretendían desorientar al público con el propósito de que éste cuestionara los valores estéticos establecidos, pues toda actividad dadaísta debía verse como un acto de provocación.