En virtud de que el ser humano no es originario del continente americano son dos las teorías que explican la llegada de los primeros seres a estas tierras. La primera establece que grupos humanos migraron de Asia a América, a través del estrecho de Bering, poblando el continente de norte a sur. La segunda teoría postula el origen múltiple; por lo que además de aceptar la primera teoría, afirma que contingentes de origen malayo-polinesio atravesaron el océano pacífico para establecerse en el hemisferio sur continental.
En lo que respecta a América del norte, la región conocida como Mesoamérica se convirtió en el punto de origen de varias culturas que, pese a sus diferencias geográficas y temporales, compartieron una serie de elementos, como el consumo del maíz, el uso de calendarios solares y lunares, y la construcción de pirámides, entre otros.
Las culturas mesoamericanas han sido agrupadas por los especialistas en tres horizontes culturales o periodos:
Este desarrollo continuo de la zona se vio interrumpido en el siglo XVI, época de la hegemonía mexica, con la llegada de los españoles a lo que actualmente es México.
Para esta actividad debes localizar e ingresar a la página de los paseos virtuales del INAH, la cual podrás encontrar en la siguiente liga https://www.inah.gob.mx/inah/510-paseos-virtualeso, o bien, puedes localizar en YouTube los videos de las salas del Museo Nacional de Antropología. Localiza y observa con atención las siguientes salas:
A continuación, lee con detenimiento el siguiente texto.
México es muchos Méxicos. Lo es, no sólo por las dramáticas diferencias sociales que lo caracterizan, sino porque los antecedentes étnicos, las tradiciones culturales y los contextos ecológicos varían enormemente de una región a otra de nuestro país. La división más antigua, y una de las más determinantes para la historia, es la que existió entre una civilización agrícola que se extendió en la mitad meridional del territorio y los pueblos de agricultura inestable y cazadores-recolectores que vivieron en el norte árido. Nuestra predilección por la gran Tenochtitlan como sitio de referencia de la nacionalidad, nuestra familiaridad con Moctezuma Ilhuicamina y con Nezahualcóyotl, no debe hacernos olvidar que otros antepasados nuestros vivían en rancherías de las montañas de Chihuahua, cerca de lobos y osos, y otros más caminaban desnudos por las ásperas tierras de Baja California, mirando casi siempre la línea del mar. El peso demográfico y político de pueblos meridionales como los nahuas, los zapotecos o los mayas, contribuyó a su supervivencia y a su integración en el nuevo orden surgido a raíz de la conquista española. Estos pueblos lograron, de diversas formas, insertar sus costumbres, sus imágenes, su memoria, en el tejido de la historia nacional. Las ideas y las historias de los cazadores de Coahuila, en cambio, o de los pueblos de Jalisco y Zacatecas que se rehusaron a aceptar el dominio español, fueron borradas con el exterminio de esos pueblos. Otros, como los tarahumaras y los seris, han sobrevivido en el borde de las barrancas, en el filo de las playas desérticas, y en el límite de la historia.
Fuente: Pablo Escalante, Bernardo García y Luis Jáuregui “El México antiguo”, Nueva historia mínima de México, El Colegio de México, México, 2011, pp. 11-57.
El impacto de esta cultura olmeca sobre la población aldeana del Altiplano Central fue decisiva, pues impulsó al mismo tiempo la tecnología, la economía, las artes y la religión iniciales; y así a través de las figurillas se ven representaciones de magos o brujos, músicos y danzantes, acróbatas y enanos o bufones, mujeres embarazadas o cargando a sus hijos, jorobados y otros seres deformes, viejos y niños, jugadores de pelota, etcétera; lo mismo que la práctica de la deformación craneal, la mutilación dentaria, el corte total o parcial del pelo, la pintura corporal y facial, el uso de trenzas entre las mujeres, y otras muchas costumbres (…).
La representación de magos o hechiceros permite inferir que ahora éstos son los que dirigen o gobiernan la comunidad (…), los representantes de la autoridad política y religiosa de aquel entonces, aunque en este último sentido sería más correcto hablar de creencias mágicas, ya que rendían culto a la lluvia y a la tierra, a la fertilidad, simbolizada por el jaguar-serpiente. Realizaban ritos agrícolas y fiestas, al igual que adoraban a algunos animales totémicos como el pato y la serpiente, tanto acuática como de cascabel, y llegaron a fusionar el concepto de la serpiente acuática con el jaguar, para elaborar una especie de dragón terrestre conectado con la tierra y el agua fertilizante.
Román Piña Chán, “Un modelo de evolución social y cultural del México precolombino”, Jesús Monjarás et al. (recopiladores), Mesoamérica y el centro de México, INAH, México, 1989, pp. 60-61.
A continuación, debes leer con detenimiento los siguientes textos:
Es tentador suponer que las prósperas villas parcialmente urbanizadas del Golfo de México, habitadas por escultores, sacerdotes, guerreros y gobernantes, constituían una suerte de metrópolis de la cual se derivaron las otras expresiones olmecas de Mesoamérica. Pero (…) los datos no favorecen la hipótesis de la expansión desde el Golfo, sino más bien la idea de que los rasgos llamados olmecas habían sido adoptados simultáneamente por las nacientes noblezas mesoamericanas, las cuales tenían estrechas relaciones entre sí motivadas por el intercambio. Podemos seguir llamando olmecas a los habitantes de la llanura aluvial del Golfo en el Preclásico medio; es un nombre arbitrario que hemos dado a un grupo de pueblos de la familia lingüística mixe-zoque. Pero el repertorio de formas y símbolos que se emplearon en aquella región no es propiamente una manifestación étnica, algo propio “de los olmecas”, sino parte de un fenómeno suprarregional.
Fuente: Pablo Escalante, Bernardo García, et al. “El México antiguo”, Nueva historia mínima de México, El Colegio de México, México, 2011, pp. 11-57.
Un problema ampliamente debatido que concierne a esta época reside en la función que desempeñaron los olmecas del este de Veracruz y oeste de Tabasco. Aunque una persistente línea de pensamiento sugiere que fueron la primera civilización de Mesoamérica y que por lo tanto les correspondió ejercer como difusores de elementos culturales, lo cierto es que la razón principal de este razonamiento obedece a que los vestigios olmecas de esta región fueron los primeros restos arqueológicos descubiertos del Preclásico medio. Nuevos enfoques niegan este presunto papel de los olmecas como “cultura madre”, presentando evidencia a favor de que algunos de los rasgos atribuidos a esa sociedad se originaron en otra regiones de Mesoamérica, ocupadas por sociedades igualmente complejas. De este modo, se ha propuesto que durante el Preclásico medio el territorio mesoamericano estaba plagado de capitales regionales pares, que fungían como centros para recibir, crear y poner a circular la información, de modo que entre todas construyeron un estilo arqueológico multiétnico conocido como “olmeca”. La base de este complejo cultural era el intercambio comercial, que llevó consigo la circulación de ideas, lo que dio lugar a cierta uniformidad de modos de vida.
Fuente: Erik Velásquez, “Los habitantes más antiguos del actual territorio mexicano”, Nueva historia general de México, El Colegio de México, México, 2011, pp. 17-70.
La ciudad de Teotihuacan era un espacio privilegiado. Fue construida conforme a la alineación designada por los dioses, revelada por los adivinos y por la observación e interpretación de los fenómenos celestes. Posiblemente algunas características de esta alineación correspondían a un acontecimiento celestial que se repetía cada año y que tenía un gran efecto en los espectadores, quizá por ejemplo la primera aparición anual de las Pléyades el día que el Sol cruza por el cenit (…). La vista de las pirámides cambia según la época del año, la hora del día y el clima. En ocasiones, la arquitectura se ensombrece por el paso de las nubes; en otras, la Luna o el Sol dan a los edificios un brillo majestuoso. La repetición, cada año, de un efecto producido por la luz del Sol, o de un fenómeno estelar, sin duda era una confirmación celestial —por demás imponente— de la ubicación debida de la ciudad en el cosmos.
Esther Pasztory, “El mundo natural como metáfora cívica en Teotihuacan”, La antigua América, Richard F. Townsend (editor general), Grupo Azabache, México, 1993, pp. 139-140.
Yo Nezahualcóyotl lo pregunto:
¿Acaso deveras se vive con raíz en la tierra?
No para siempre en la tierra:
sólo un poco aquí.
Aunque sea de jade se quiebra,
aunque sea oro se rompe,
aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.
No para siempre en la tierra:
sólo un poco aquí.
Percibo lo secreto, lo oculto:
¡Oh vosotros señores!
Así somos, somos mortales,
de cuatro en cuatro nosotros los hombres,
todos habremos de irnos,
todos habremos de morir en la tierra…
Como una pintura
nos iremos borrando.
Como una flor,
nos iremos secando
aquí sobre la tierra.
Como vestidura de plumaje de ave zacuán,
de la preciosa ave de cuello de hule,
nos iremos acabando…
Meditadlo, señores,
águilas y tigres,
aunque fuérais de jade,
aunque fuérais de oro
también allá iréis,
al lugar de los descarnados…
Tendremos que desaparecer,
nadie habrá de quedar.
“Cantares mexicanos y Romances de los señores de Nueva España”,
en: Miguel León-Portilla, Trece poetas del mundo azteca,
SEP, Colección SEP/SETENTAS, núm. 17, México, 1972, pp. 65-66.
Haz clic para ver el mapa.
Instrucciones
Lee con atención el siguiente texto.
Sobre el sacrificio infantil
No hay necesidad en este segundo libro de poner confutación de las ceremonias idolátricas que en él se cuentan, porque ellas de suyo son tan crueles y tan inhumanas, que a cualquiera que las oyere le pondrán horror y espanto; y así no haré más de poner la relación simplemente a letra.
1. En las calendas del primer mes del año, que se llamaba quauitleoa, y los mexicanos le llamaban atlcahualo, el cual comenzaba el segundo día de febrero, hacían gran fiesta a honra de los dioses del agua o de la lluvia llamado Tlaloque.
2. Para esta fiesta buscaban muchos niños de teta, comprándolos a sus madres; escogían aquellos que tenían dos remolinos en la cabeza y que hubiesen nacido en buen signo: decían que éstos eran más agradables sacrificios a estos dioses, para que diesen agua en su tiempo.
3. A estos niños llevaban a matar a los montes altos, donde ellos tenían hecho voto de ofrecer, a unos de ellos sacaban los corazones en aquellos montes, y a otros en ciertos lugares de la laguna de México.
4. Gran cantidad de niños mataban cada año en estos lugares; (y) después de muertos los cocían y comían.
5. Estos tristes niños antes que los llevasen a matar aderezábanlos (adornábanlos) con piedras preciosas, con plumas ricas y con mantas y maxtles muy curiosas y labradas, y con cotaras muy labradas y muy curiosas, y poníanlos unas alas de papel como ángeles y teñíanlos las caras con aceites de ulli, y en medio de las mejillas les ponían unas rodajitas de blanco; y poníanlos en unas andas muy aderezadas con plumas ricas y con otras joyas ricas, y llevándolos en las andas, íbanles tañendo con flautas y trompetas que ellos usaban.
Sobre el sacrificio de adultos
Hacían otra crueldad en esta misma fiesta, que todos los cautivos los llevaban a un templo que llamaban lopico, del dios Tótec, y en este lugar, después de muchas ceremonias ataban a cada uno de ellos sobre una piedra como muela de molino, y atábanlos de manera que pudiesen andar por toda la circunferencia de la piedra, y dábanlos una espada de palo sin navajas, y una rodela, y poníanlos pedazos de madera de pino para que tirasen; y los mismos que los habían cautivado iban a pelear con ellos, con espadas y rodelas, y en derrocándolos llevábanlos luego al lugar del sacrificio, donde echados de espaldas sobre una piedra de altura de tres o cuatro palmos, y de anchura de palmo y medio en cuadro, que ellos llamaban téchcatl, tomábanlos dos por los pies y otros dos por las manos, y otro por la cabeza, y otro con un navajón de pedernal con un golpe se lo sumía por los pechos, y por aquella abertura metía la mano y le arrancaban el corazón, el cual luego le ofrecían al sol y a los otros dioses, señalando con él hacia las cuatro partes del mundo; hecho esto echaban el cuerpo por las gradas abajo, e iban rodando y dando golpes hasta llegar abajo; en llegando abajo tomábanle el que le había cautivado, y hecho pedazos le repartían para comerlo cocido.
EXCLAMACIÓN DEL AUTOR
No creo que haya corazón tan duro que oyendo una crueldad tan inhumana, y más que bestial y endiablada, como la que arriba queda puesta, no se enternezca y mueva a lágrimas y horror y espanto; y ciertamente es cosa lamentable y horrible ver que nuestra humana naturaleza haya venido a tanta bajeza y oprobio que los padres, y sugestión del demonio, maten y coman a sus hijos, sin pensar que en ello hacían ofensa ninguna, mas antes con pensar que en ello hacían gran servicio a sus dioses. La culpa de esta tan cruel ceguedad, que en estos desdichados niños se ejecutaba, no se debe tanto imputar a la crueldad de los padres, los cuales derramando muchas lágrimas y con gran dolor de sus corazones la ejercitaban, cuanto al crudelísimo odio de nuestro enemigo antiquísimo Satanás, el cual con malignísima astucia los persuadió a tan infernal hazaña. ¡Oh señor Dios, haced justicia este cruel enemigo, que tanto mal nos hace y nos desea hacer! ¡Quitadle, señor, todo el poder de empecer!” (dañar, ofender, causar perjuicio)
Fuente: Fr. Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de la Nueva España, Porrúa (Sepan Cuantos…), México, 1992, pp. 98-100.
(…) De espaldas encima de unas piedras que tenían para sacrificar, y con unos navajones de pedernal les aserraban por los pechos y les sacaban los corazones bullendo, y se los ofrecían a sus ídolos que allí presentes tenían, y a los cuerpos débanles con los pies por las gradas abajo; y estaban aguardando otros indios carniceros, que les cortaban brazos y pies, y las caras desellaban y las adobaban como cueros de guantes, y, con sus guantes, y, con sus barbas, las guardaban para hacer fiestas con ellas cuando hacían borracheras, y se comían las carnes con chilmole; y desta manera sacrificaron a todos los demás, y les comieron piernas y brazos, y los corazones y sangre ofrecían a sus ídolos… y los cuerpos, que eran las barrigas y tripas, echaban a los tigres y leones y sierpes y culebras que tenían en la casa de las alimañas…
Fuente: Edición a partir de Díaz del Castillo, Bernal. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Tomo I. Madrid: Imp. de Don Benito Cano, 1795.
Utiliza la información de los textos anteriores y completa el siguiente cuadro:
¿Cuál era el propósito del sacrificio humano? | |
---|---|
¿Cuándo se realizaban los sacrificios humanos? | |
¿Qué herramientas o utensilios se utilizaban para realizar los sacrificios humanos? | |
¿En dónde se realizaban los sacrificios humanos? | |
¿Quiénes realizaban los sacrificios humanos? | |
¿Qué características tenían los sacrificados? | |
¿Quiénes estaban presentes durante el sacrificio humano? | |
¿Quiénes practicaban la antropofagia ritual? | |
¿Qué conocimientos científicos estaban involucrados en el acto del sacrificio humano? |
“Todos los rituales de sacrificio humano se realizaban de la misma forma y en el mismo lugar”,
Instrucciones
Concepto. Definición de acuerdo con la RAE.
¿En qué medida el concepto se aplica a la historia de los pueblos mesoamericanos?
¿Concepto o término más adecuado para Mesoamérica?
Concepto | Definición de acuerdo con la RAE |
¿En qué medida el concepto se aplica a la historia de los pueblos mesoamericanos? |
¿Concepto o término más adecuado para Mesoamérica? |
---|---|---|---|
Reino | |||
Imperio | |||
Emperador | |||
Caballero | |||
Esclavo |
Instrucciones
Realiza una investigación sobre los pueblos aridoamericanos, en cuanto a sus actividades económicas, religión y organización social, así como las características geográficas de la región; posteriormente, responde las siguientes preguntas:
El día 23 de febrero de 1978, a las nueve de la mañana, el teléfono de la Oficina de Rescate Arqueológico del INAH suena incesantemente. Una voz de mujer advierte que en la esquina que forman las calles de Guatemala y Argentina, se ha hecho un gran descubrimiento, y demanda se practique una inspección en el lugar. (…) Poco después, (…) un ingeniero de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro se comunica a la mencionada oficina con objeto de informar lo siguiente: el 21 de febrero en la noche, un grupo de obreros de la Compañía al abrir una zanja para colocar cables, encuentra parte de una escultura de piedra (…).
A partir de ese momento se incrementa el interés, y entre el 25 y el 28 de febrero queda totalmente excavada la escultura. (…) Se trata de una deidad femenina desnuda, que porta un enorme penacho de largas plumas; tiene un cinturón de serpiente en cuya parte posterior se aprecia un cráneo. Lo primero que llama la atención es que representa a una diosa muerta: está decapitada y desmembrada; del rostro pende una cintilla con un cascabel. ¿Qué deidad dentro del panteón mexica presenta estas características, sin importar su evidente asociación con el Templo Mayor? Solamente existe una posibilidad: se trata de Coyolxauhqui, la de cascabeles en las mejillas, muerta a manos de su iracundo hermano en el cerro de Coatepec… Surge así, la posibilidad de encontrar lo que durante cerca de 200 años se ha buscado afanosamente; es decir, desde el momento en que la madre de los dioses, Coatlicue, se descubre un 13 de agosto de 1790; el Templo Mayor de Tenochtitlan.
Los viejos dioses han comenzado a surgir. (…)Coyolxauhqui nace con su muerte. Esta aseveración no carece de fundamento, ya que el hombre ha hecho a los dioses a su imagen y semejanza. Así, Huitzilopochtli nace de la diosa tierra —Coatlicue— en el cerro de Coatepec, donde se comete el fratricidio. Huitzilopochtli arremete contra sus hermanos, los centzonhuiznahua, y no escapa a su furia Coyolxauhqui, “La de los cascabeles en las mejillas”. Ella guía a los hermanos que querían matar a la diosa tierra, su madre, por aquel misterioso embarazo que origina el nacimiento de Huitzilopochtli. Coyolxauhqui es decapitada y arrojada del cerro, desmembrándose en su caída. (…)
Eduardo Matos Moctezuma, “Los hallazgos de la arqueología” Beatrice Trueblood,
El Templo Mayor, Bancomer, México, 1981, pp. 106-107.