Entre 1976 y el año 2000, el Partido Revolucionario Institucional tuvo que gobernar al país con una mayor apertura política, producto de las reformas electorales de 1977, 1986, 1990, 1993 y 1996, así como de los movimientos y grupos sociales que presionaron por mayor libertad de expresión y democracia. Paulatinamente esto condujo a que en 1997 ningún partido alcanzara la mayoría en la Cámara de Diputados, es decir, abrió paso a la alternancia política que culminó en el año 2000, cuando el Partido Acción Nacional ganó las elecciones presidenciales. La aparición del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1994 también tuvo un papel importante en la discusión sobre los derechos indígenas y humanos en nuestro país.
En lo económico, el país conoció los siguientes modelos: sustitución de importaciones, el desarrollo estabilizador, el desarrollo compartido y el neoliberalismo, modelos con los cuales México ha enfrentado los problemas del desarrollo, pero que también han influido en la educación y en el bienestar social. Durante el gobierno de Luis Echeverría se inició la decadencia del sistema político surgido de la Revolución, lo hizo con la crisis económica, que se agudizó con Miguel de la Madrid, Carlos Salinas y Ernesto Zedillo.
Lorenzo Meyer,
Liberalismo autoritario. Las contradicciones del sistema político mexicano,
Océano, México, 1995, pp. 194-196.
La jornada electoral que acaba de concluir ha representado un despertar cívico del pueblo de México.
Ha sido evidente la voluntad ciudadana para establecer un régimen democrático y abolir el autoritarismo imperante.
La respuesta del gobierno y de los agentes del partido oficial ha sido contraria a esta abrumadora demanda ciudadana.
Además de las numerosas violaciones a la legalidad constitucional, algunas sumamente graves que se habían venido cometiendo y denunciando a lo largo del proceso electoral, hoy se ha puesto en evidencia la determinación del grupo gobernante de consumar una imposición a despecho de la voluntad popular.
Numerosas violaciones cometidas hasta ahora en perjuicio de todas nuestras organizaciones y partidos políticos, como la ausencia deliberada de autoridades electorales, la eliminación selectiva de ciudadanos del padrón electoral, la privación masiva de credenciales a servidores públicos, sindicalistas, y a concesionarios de mercados, las brigadas de votantes, colonos, empleados civiles y militares, el acarreo de campesinos, la inexistencia o ineficacia de la tinta indeleble, los intentos de voto múltiples por un solo sector electoral, la admisión de votantes en proporción superior al diez por ciento para efectos de anulación, el relleno de ánforas y otras muchas irregularidades que afectan gravemente la limpieza de los comicios del día de hoy y podrían determinar su nulidad, en caso de no ser satisfactoriamente reparadas.
El anuncio anticipado de una supuesta victoria del partido oficial bajo estas condiciones, mucho antes de que haya culminado el proceso de cómputo y el de calificación, reafirma nuestras sospechas de que se está configurando un fraude de grandes proporciones que desvirtuaría el sentido de la voluntad ciudadana expresada en las urnas.
En caso de que no se restablezca de modo inequívoco la legalidad del proceso electoral, los candidatos a la Presidencia de la República que suscribimos este documento, no aceptaríamos los resultados ni reconoceríamos las autoridades que provinieran de hechos fraudulentos, por lo que procederíamos a defender los derechos del pueblo mexicano con todas las armas que la Constitución nos otorga.
Formulamos un apremiante llamado al Gobierno de la República para que repare de inmediato estas desviaciones y haga respetar la voluntad ciudadana.
Cuauhtémoc Cárdenas, Manuel J. Clouthier, Rosario Ibarra de Piedra,
6 de julio de 1988.
El periodo 1992-1994 es, por varias razones, uno de los más complejos en la historia reciente no sólo del PRI sino del país. En primer lugar, porque constituye el punto de inflexión de las reformas promovidas por el presidente Carlos Salinas de Gortari, el punto de su máxima popularidad y también de mayor control presidencial sobre el sistema político en su conjunto.
A partir de esa coyuntura, paradójicamente, comienza a complicarse su propio proceso de sucesión presidencial. Cargado de rumores sobre la posibilidad de una reelección presidencial, que en el pasado sólo se había visto al terminar los sexenios de Miguel Alemán y Luis Echeverría, su fortaleza fue convirtiéndose en el germen de su debilidad.
En efecto, el problema que Salinas enfrentó al intentar garantizar la continuidad de sus reformas para el siguiente sexenio, junto con el rechazo de importantes sectores del partido a que esa posibilidad se concretara, provocó fuertes tensiones en la sucesión presidencial.
En segundo lugar, la forma contundente en la que se habían aprobado e instrumentado las reformas colocó al partido en una posición incómoda, ya que había tenido que apoyar cambios a la Constitución que afectaban o contradecían tesis que históricamente había defendido, sin tener siquiera la oportunidad de llevar a cabo una discusión interna para generar suficiente consenso sobre la necesidad y pertinencia de esos cambios.
Al obviarla, el partido entró en una crisis de identidad que se expresó, en muchos casos, en el silencio de sus militantes ante los embates de la oposición. Aunque era evidente que existía una brecha, que tendía a ensancharse cada vez más entre el programa del partido y el programa del gobierno, la articulación entre el partido gobernante y el partido militante seguía presente.
En tercer lugar, otro problema al que tenía que enfrentarse el partido y que había provocado algunas crisis en los meses anteriores al nombramiento de Luis Donaldo Colosio Murrieta como secretario de Desarrollo Social, era el de los conflictos poselectorales. Por ejemplo, en el caso de Guanajuato, en el que habían dado lugar a la renuncia del gobernador electo Ramón Aguirre y a la designación del panista Carlos Medina Plascencia como interino.
Esto obligaba a la dirigencia del PRI a discutir márgenes de maniobra y de decisión del partido frente a negociaciones que se entablaban directamente entre la oposición y el Ejecutivo federal, así como a considerar el reto que para los priístas implicaba actuar como oposición por primera vez en su historia en los estados gobernados por el Partido de Acción Nacional (Baja California y Guanajuato).
En último lugar había que encarar los conflictos que provocaba la aparición de fenómenos de violencia política en 1994, que comenzaron con el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas y tuvieron su máxima expresión en el asesinato del candidato presidencial del PRI. Ambos significaron duros golpes a uno de los principales activos (en términos de capital político) que hasta ese momento conservaba el partido: su capacidad para garantizar la estabilidad política y la solución pacífica de los conflictos.
La forma en la que el PRI intentó hacer frente a estos desafíos varió en función del estilo personal y del programa de los tres presidentes —Genaro Borrego Estrada, Fernando Ortiz Arana e Ignacio Pichardo Pagaza— que tuvo durante este periodo tan complejo. (...) Genaro Borrego planteó la idea de refundar al PRI. Esta propuesta implicaba una transformación similar a las que en su momento habían experimentado tanto el PNR como el PRM, es decir, dar paso a un nuevo instituto político, mucho más que a un simple cambio de siglas.
Miguel González Compeán y Leonardo Lomelí Vanegas,
“Refundación frustrada. Liberalismo social y violencia política”, en
El Partido de la Revolución. Institución y conflicto (1928-1999),
Fondo de Cultura Económica, México, 2000, pp. 594-595.
Siguiendo el texto, ¿cuáles eran los problemas que enfrentaba el PRI hacia 1994?
1. El antecedente del PRI fue el PNR, creado en 1929, el cual cambiaría a PRM en 1938. Investiga las diferencias entre estas tres épocas del partido de Estado con referencia a los siguientes aspectos:
2. Entonces, ¿qué tan diferente es el actual PRI al antiguo PNR?
Las causas profundas de la insurrección chiapaneca tienen raíces centenarias y difíciles de extirpar en el corto plazo, pero las causas inmediatas no son tan añejas; por ahí se debe iniciar la tarea de desenredar la madeja. Estas últimas tienen que ver con los procesos políticos, es decir, con la forma en que la élite tecnocrática —cerrada como pocas— ha ejercido su poder. La forma salinista de gobernar se puede calificar no sólo de autoritaria —no conoció otra forma— sino, además, de prepotente. Y esa prepotencia que particularmente visible en su trato con aquellos que se negaron a reconocerle la legitimidad que no pudo conseguir en las urnas.
En más de un sentido, la administración salinista fue el arquitecto del drama chiapaneco, que es ya también nacional. El grupo salinista, heredero directo de la cultura y las formas autoritarias posrevolucionarias, no pudo asumir con credibilidad el poder que Miguel de la Madrid le legó, un poder ya muy desgastado por el mal uso que se le ha dado en un sistema monopólico. Una elección ganada sin credibilidad, no impidió a los jóvenes gobernantes tecnócratas instalarse cómodamente en el poder y consolidarse aprovechando los últimos momentos del anticomunismo. La élite económica mexicana e internacional, la iglesia y los gobiernos de Estados Unidos, más Europa occidental y Japón, apoyaron instintivamente al sistema tradicional mexicano para evitar lo que definieron como el mal mayor: un cardenismo al que se vio como cabeza de playa del viejo enemigo comunista.
Por la vía de los hechos, y presentando a Cuauhtémoc Cárdenas como el abanderado de una izquierda moribunda pero aún peligrosa, el salinismo actuó frente a la sociedad mexicana y al mundo como si no hubiera más camino que el suyo, compartió pequeñas parcelas del poder únicamente con aquella oposición –el PAN– que aceptó no cuestionar ni su legitimidad ni su proyecto de reforma económica; una reforma que, en la práctica, permitió a unos pocos ganar mucho y rápido, mientras al gran resto lo puso en la lista de espera.
La práctica electoral de “dados cargados” del neoliberalismo mexicano, incluyó muchas cosas que en el postmodernismo posanticomunista perdieron legitimidad y efectividad: la preservación de un partido de Estado, la permanencia por trece lustros de un mismo partido en el poder, el fraude sistemático, la imposición a la sociedad de la disciplina neoliberal, el control más o menos abierto de los medios masivos de comunicación, el uso de los recursos para combatir la pobreza (Solidaridad) para reforzar estrategias electorales del partido del Estado, la solicitud de cantidades estratosféricas a los beneficiarios del neoliberalismo para financiar a ese partido, etcétera.
Todo lo anterior condujo a la oposición real a un callejón casi sin salida, pero también, y con Chiapas lo vemos, abonó el suelo para dar legitimidad a una rebelión abierta en un ambiente donde la defensa anticomunista del poder establecido estaba moribunda.
Lorenzo Meyer,
Liberalismo autoritario. Las contradicciones del sistema político mexicano,
Océano, México, 1995, pp. 194-196.
Instrucciones
Instrucciones
Instrucciones
Instrucciones
1. Investiga cuáles son los estados con mayores índices de pobreza en México.
2. Investiga sobre la venta de mujeres indígenas en Chiapas y Oaxaca.
3. Por medio de información obtenida en fuentes oficiales como el Inegi, completa el siguiente cuadro:
Porcentaje de población indígena | Principales grupos indígenas | Niveles de pobreza en comparación con la media nacional |
Niveles de educación del estado en comparación con la media nacional |
Niveles de educación de las mujeres indígenas en el estado |
Principales problemas de salud pública |
Grupos guerrilleros con presencia en el estado |
|
---|---|---|---|---|---|---|---|
Guerrero | |||||||
Oaxcaca | |||||||
Chiapas |
4. ¿Qué es la feminización de la pobreza?
5. En vista de lo anterior, ¿cuál es la situación de las mujeres indígenas en el sureste mexicano? Justifica tu respuesta con argumentos y comenta tu trabajo en clase.
… para finalizar el siglo XX se dio en México una macro devaluación, que sorprendió tanto al régimen de Ernesto Zedillo como al mundo entero: Luego de 20 días que el presidente Ernesto Zedillo tomara posesión, México experimentó una de las crisis económicas más severas que el país haya padecido en mucho tiempo. Según versiones oficiales, ésta se debió al crecimiento del déficit de la cuenta corriente y a una fuga masiva de capitales, como consecuencia de los problemas políticos de 1994. El 20 de diciembre las autoridades mexicanas ampliaron la banda de flotación de la paridad peso-dólar para aliviar las presiones financieras provocadas por la sobrevaluación del peso mexicano y la caída de las reservas federales.
La nueva administración devaluó el peso 15%, pero no anunció ninguna nueva medida fiscal o monetaria que acompañaría a la devaluación. Más de cuatro mil millones de dólares se perdieron de reservas monetarias en un solo día: el 21 de diciembre. Al día siguiente, la administración zedillista se vio forzada a dejar flotar libremente la cotización. Así las presiones al peso mexicano continuaron y para enero de 1995 la devaluación alcanzó casi 100%...
Más tarde, el gobierno tuvo que diseñar un nuevo programa de emergencia económica que incluyó severos ajustes financieros y demandó mayores sacrificios para los mexicanos...
El presidente William Clinton ofreció un paquete de ayuda multilateral para fortalecer el peso y mitigar los efectos de la crisis... Clinton sabía que al asistir a México realmente estaba ayudando a la economía estadounidense...
Rafael Velázquez Flores en Pragmatismo e interdependencia en las relaciones México Estados Unidos.