En su etapa armada, la Revolución Mexicana representó la lucha por establecer diferentes proyectos sociales y políticos que habían derivado de las diferentes ideas que del concepto “revolución” sostenían los participantes de ésta.
El fracaso de Francisco I. Madero para pacificar al país, aunado a su asesinato en manos del general Victoriano Huerta, a la dictadura impuesta por éste y a su salida del país en 1914, fueron factores que derivaron en el enfrentamiento entre dos bandos revolucionarios encabezados por Francisco Villa y Emiliano Zapata, por un lado, y por Venustiano Carranza y Álvaro Obregón, por el otro. La Constitución de 1917 es símbolo del triunfo de este segundo grupo y depositaria de sus principales preceptos políticos, económicos y sociales.
1º Se declaran nulas las elecciones para Presidente y Vicepresidente de la República, Magistrados a la Suprema Corte de la Nación y Diputados y Senadores, celebradas en junio y julio del corriente año.
2º Se desconoce al actual Gobierno del general Díaz, así como a todas las autoridades cuyo poder debe dimanar del voto popular, porque además de no haber sido electas por el pueblo, han perdido los pocos títulos que podían tener de legalidad, cometiendo y apoyando, con los elementos que el pueblo puso a su disposición para la defensa de sus intereses, el fraude electoral más escandaloso que registra la historia de México.
3º Para evitar hasta donde sea posible los trastornos inherentes a todo movimiento revolucionario, se declaran vigentes, a reserva de reformar oportunamente por los medios constitucionales aquellas que requieran reformas, todas las leyes promulgadas por la actual administración y sus reglamentos respectivos, a excepción de aquellas que manifiestamente se hallen en pugna con los principios proclamados en este Plan. Igualmente se exceptúan las leyes, fallos de tribunales y decretos que hayan sancionado las cuentas y manejos de fondos de todos los funcionarios de la administración porfirista en todos los ramos; pues tan pronto como la revolución triunfe, se iniciará la formación de comisiones de investigación para dictaminar acerca de las responsabilidades en que hayan podido incurrir los funcionarios de la Federación, de los Estados y de los Municipios.
En todo caso serán respetados los compromisos contraídos por la administración porfirista con gobiernos y corporaciones extranjeras antes del 20 del entrante.
Abusando de la ley de terrenos baldíos, numerosos pequeños propietarios, en su mayoría indígenas, han sido despojados de sus terrenos, por acuerdo de la Secretaría de Fomento, o por los fallos de los tribunales de la República. Siendo de toda justicia restituir a sus antiguos poseedores los terrenos de que se les despojó de un modo tan arbitrario, se declaran sujetas a revisión tales disposiciones y fallos y se les exigirá a los que los adquirieron de un modo tan inmoral, o a sus herederos, los restituyan a sus primitivos propietarios, a quienes pagarán también una indemnización por los perjuicios sufridos. Sólo en caso de que esos terrenos hayan pasado a terceras personas antes de la promulgación de este Plan, los antiguos propietarios recibirán indemnización de aquellos en cuyo beneficio se verificó el despojo.
4º Además de la Constitución y leyes vigentes, se declara Ley Suprema de la República el principio de NO REELECCIÓN del Presidente y Vicepresidente de la República, de los Gobernadores de los Estados y de los Presidentes Municipales, mientras se hagan las reformas constitucionales respectivas.
5º Asumo el carácter de Presidente Provisional de los Estados Unidos Mexicanos con las facultades necesarias para hacer la guerra al Gobierno usurpador del general Díaz. Tan pronto como la capital de la República y más de la mitad de los Estados de la Federación estén en poder de las fuerzas del Pueblo, el Presidente Provisional convocará a elecciones generales extraordinarias para un mes después y entregará el poder al Presidente que resulte electo, tan luego como sea conocido el resultado de la elección.
6º El Presidente Provisional, antes de entregar el poder, dará cuenta al Congreso de la Unión del uso que haya hecho de las facultades que le confiere el presente Plan.
7º El día 20 de noviembre, desde las seis de la tarde en adelante, todos los ciudadanos de la República tomarán las armas para arrojar del poder a las autoridades que actualmente gobiernan. Los pueblos que estén retirados de las vías de comunicación lo harán desde la víspera.
Francisco I. Madero, San Luis Potosí, octubre 5 de 1910.
En los treinta años de paz porfiriana, el Norte sufrió cambios más definitivos que en toda su historia anterior. El auge capitalista del otro lado de la frontera y sus inversiones en éste, el ferrocarril que abatió las distancias, el boom petrolero en el Golfo, el minero en Sonora, Chihuahua y Nuevo León, el agrícola en La Laguna, El Yaqui y Tamaulipas, el industrial en Monterrey, el marítimo en Tampico y Guaymas, trajeron en esos años para el Norte el impulso material de una doble y efectiva incorporación; por un lado el pujante mercado norteamericano, por el otro la red inconclusa pero practicable de lo que podía empezar a llamarse República Mexicana. En esos años el Norte fue un foco de inversiones y nuevos centros productivos que diversificaron notablemente su paisaje económico y humano. Ahí convergieron en rápida mezcla haciendas tradicionales y plantaciones de exportación, nuevas ciudades mineras y agrícolas, altos salarios, una capa próspera de rancheros, vaqueros y agricultores libres, una explosiva clase obrera en las minas, una banca incipiente, un comercio ramificado.
La modernidad llegó al Norte montada en el ferrocarril, la inversión norteamericana, la agricultura intensiva, la minería de metales industriales, el comercio en puertos y aduanas. Apenas encontró a su paso los obstáculos arcaizantes propios del México viejo, su multiplicidad regional, el peso de las tradiciones religiosas e hispánicas de las luchas agrarias restauradoras que el proyecto liberal quiso abolir para fundar el México laico, secular y capitalista. Es significativo que ese mismo Norte, tan permeable a los cambios que quisieron los liberales, haya sido el que bajó en 1910, por los mismos ferrocarriles que lo unieron a la Nación, para dominar militar y políticamente al país durante los siguientes veinticinco años.
La habitual certidumbre sobre el movimiento armado de 1910-1917 de México es que tuvo una carga esencialmente agraria cuyo corazón es el zapatismo. Quizá convenga ahora pensar que su sentido se revela mejor en la hipótesis contraria: los ejércitos norteños trajeron al poder a los hijos de una inmensa región con una idea muy remota de lo que podía ser la intimidad histórica y humana del Centro, el Bajío o el Sur del país.
Héctor Aguilar Camín,
La Revolución que vino del Norte, Vol. 1,
Océano, Barcelona, 1988, pp. 6-7.
Lider revolucionario | Lugar de nacimiento | Cargo político que ocupó durante la revolución |
Francisco I. Madero |
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Felipe Ángeles | ||
Abraham González | ||
Venustiano Carranza | ||
Plutarco Elías Calles | ||
Álvaro Obregón | ||
Pascual Orozco | ||
Lázaro Cárdenas |
El pueblo mexicano, ese pueblo que tan generosamente me ha colmado de honores, que me proclamó su caudillo durante la guerra internacional, que me secundó patrióticamente en todas las obras emprendidas para robustecer la industria y el comercio de la República, fundar su crédito, rodearla de respeto internacional y darle puesto decoroso ante las naciones amigas; ese pueblo, señores diputados, se ha insurreccionado en bandas milenarias, armadas, manifestando que mi presencia en el Supremo Poder Ejecutivo, es la causa de la insurrección.
No conozco hecho alguno imputable a mí, que motivara este fenómeno social, pero permitiendo sin conceder, que puedo ser culpable inconsciente, esa posibilidad hace de mí la persona menos a propósito para raciocinar y decidir sobre mi propia culpabilidad. En tal concepto, respetando como siempre he respetado la voluntad del pueblo, y de conformidad con el artículo 82 de la Constitución Federal, vengo ante la Suprema Representación de la Nación a dimitir el cargo de Presidente Constitucional con que me honró el voto nacional; y lo hago con tanta más razón, cuanto que para retenerlo sería necesario seguir derramando sangre mexicana, abatiendo el crédito de la Nación, derrochando su riqueza, cegando sus fuentes y exponiendo su política a conflictos internacionales.
Espero, señores diputados, que calmadas las pasiones que acompañan a toda revolución, un estudio más concienzudo y comprobado, hará surgir en la conciencia nacional un juicio correcto que me permita morir llevando en el fondo de mi alma una justa correspondencia de la estimación que en toda mi vida he consagrado y consagraré a mis compatriotas.
Porfirio Díaz,
México, mayo 25 de 1911.
1°Teniendo en consideración que el pueblo mexicano acaudillado por don Francisco I. Madero, fue a derramar su sangre para reconquistar libertades y reivindicar sus derechos conculcados, y no para que un hombre se adueñara del poder, violando los sagrados principios que juró defender bajo el lema “Sufragio Efectivo y No Reelección” ultrajando así la fe, la causa, la justicia y las libertades del pueblo.
Teniendo en cuenta que el llamado Jefe de la Revolución libertadora de México, don Francisco I. Madero, por falta de entereza y debilidad suma, no llevó a feliz término la revolución que gloriosamente inició con el apoyo de Dios y del pueblo.
Teniendo en consideración que el tantas veces repetido Francisco I. Madero ha tratado de acallar con la fuerza bruta de las bayonetas y de ahogar en sangre a los pueblos que le piden, solicitan o exigen el cumplimiento de las promesas de la revolución llamándolos bandidos y rebeldes; condenándolos a la guerra de exterminio sin conceder ni otorgar ninguna de las garantías que prescriben la razón, la justicia y la ley.
Por estas consideraciones declaramos al susodicho Francisco I. Madero, inepto para realizar las promesas de la revolución de que fue autor, por haber traicionado los principios con los cuales burló la voluntad del pueblo y pudo escalar el poder: incapaz para gobernar por no tener ningún respeto a la ley y a la justicia de los pueblos, y traidor a la patria por estar a sangre y fuego humillando a los mexicanos que desean libertades, a fi n de complacer a los científicos, hacendados y caciques que nos esclavizan y desde hoy comenzamos a continuar la revolución principiada por él, hasta conseguir el derrocamiento de los poderes dictatoriales que existen.
2°Se desconoce como jefe de la revolución al señor Francisco I. Madero y como presidente de la República.
3°Se reconoce como Jefe de la Revolución Libertadora al ilustre C. general Pascual Orozco, y en caso de que no acepte este delicado puesto, se reconocerá como Jefe de la Revolución al C. general don Emiliano Zapata.
5°La Junta Revolucionaria del Estado de Morelos no admitirá transacciones ni componendas hasta no conseguir el derrocamiento de los elementos dictatoriales de Porfirio Díaz y de Francisco I. Madero.
6°Como parte adicional del plan que invocamos, hacemos constar: que los terrenos, montes y aguas que hayan usurpado los hacendados, científicos o caciques a la sombra de la justicia venal, entrarán en posesión de esos bienes inmuebles desde luego, los pueblos o ciudadanos que tengan sus títulos, correspondientes a esas propiedades, de las cuales han sido despojados por la mala fe de nuestros opresores.
7°En virtud de que la inmensa mayoría de los pueblos y ciudadanos mexicanos no son más dueños que del terreno que pisan, sufriendo los horrores de la miseria sin poder mejorar en nada su condición social ni poder dedicarse a la industria o a la agricultura, por estar monopolizadas en unas cuantas manos las tierras, montes y aguas; por esta causa se expropiarán previa indemnización, de la tercera parte de esos monopolios a los poderosos propietarios de ellos.
8°Los hacendados, científicos, o caciques que se opongan directa o indirectamente al presente plan, se nacionalizarán sus bienes y las dos terceras partes que a ellos les correspondan, se destinarán para indemnizaciones de guerra, pensiones de viudas y huérfanos de las víctimas que sucumban en la lucha del presente plan.
12. Una vez triunfante la revolución que llevamos a la vía de la realidad, una Junta de los principales jefes revolucionarios de los diferentes Estados, nombrará o designará un presidente interino de la República, que convocará a elecciones para la organización de los poderes federales.
13. Los principales jefes revolucionarios de cada Estado, en junta, designarán al gobernador del Estado a que correspondan.
1º Se desconoce al general Victoriano Huerta como Presidente de la República.
2ºSe desconocen también a los Poderes Legislativo y Judicial de la Federación.
3ºSe desconocen a los Gobiernos de los Estados que aún reconozcan a los Poderes Federales que forman la actual Administración, treinta días después de la publicación de este Plan.
4ºPara la organización del Ejército encargado de hacer cumplir nuestros propósitos, nombramos como Primer Jefe del Ejército que se denominará “Constitucionalista” al ciudadano Venustiano Carranza, Gobernador Constitucional del Estado de Coahuila.
5ºAl ocupar el Ejército Constitucionalista la Ciudad de México se encargará interinamente del Poder Ejecutivo el ciudadano Venustiano Carranza, o quien lo hubiera sustituido en el mando.
6º El Presidente interino de la República convocará a elecciones generales tan luego como se haya consolidado la paz, entregando el Poder al ciudadano que hubiere sido electo.
7º El ciudadano que funja como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista en los Estados cuyos Gobiernos hubieren reconocido al de Huerta asumirá el cargo de Gobernador Provisional y convocará a elecciones locales después que hayan tomado posesión de sus cargos los ciudadanos que hubiesen sido electos para desempeñar los altos Poderes de la Federación, como lo previene la base anterior.
Art. 2.El Primer Jefe de la Revolución y Encargado del Poder Ejecutivo expedirá y pondrá en vigor, durante la lucha, todas las leyes, disposiciones y medidas encaminadas a dar satisfacción a las necesidades económicas, sociales y políticas del país, efectuando las reformas que la opinión exige como indispensables para restablecer el régimen que garantice la igualdad de los mexicanos entre sí; leyes agrarias que favorezcan la formación de la pequeña propiedad, disolviendo los latifundios y restituyendo a los pueblos las tierras de que fueron injustamente privados; leyes fiscales encaminadas a obtener un sistema equitativo de impuestos a la propiedad raíz; legislación para mejorar la condición del peón rural; del obrero, del minero y, en general, de las clases proletarias; establecimiento de la libertad municipal como institución constitucional; bases para un nuevo sistema de organización del Poder Judicial Independiente, revisión de las leyes relativas al matrimonio y al estado civil de las personas; disposiciones que garanticen el estricto cumplimiento de las leyes de Reforma; revisión de los códigos Civil, Penal y de Comercio; reformas de procedimiento judicial, con el propósito de hacer expedita y efectiva la administración de justicia; revisión de las leyes relativas a la explotación de minas, petróleo, aguas, bosques y demás recursos naturales del país, y evitar que se formen otros en lo futuro; reformas políticas que garanticen la verdadera aplicación de la Constitución de la República, y en general todas las demás leyes que se estimen necesarias para asegurar a todos los habitantes del país la efectividad y el pleno goce de sus derechos, y la igualdad ante la ley.
Art. 4.Al triunfo de la Revolución, reinstalada la Suprema Jefatura en la ciudad de México y después de efectuarse las elecciones de Ayuntamientos en la mayoría de los Estados de la República, el Primer Jefe de la Revolución, como Encargado del Poder Ejecutivo, convocará a elecciones para el Congreso de la Unión, fijado en la convocatoria las fechas y los términos en que dichas elecciones habrán de celebrarse.
Art. 5.Instalado el Congreso de la Unión, el Primer Jefe de la Revolución dará cuenta ante él del uso que haya hecho de las facultades de que por el presente se halla investido, y especialmente le someterá las reformas expedidas y puestas en vigor durante la lucha, con el fi n de que el Congreso las ratifique, enmiende o complemente, y para que eleve a preceptos constitucionales aquellas que deban tener dicho carácter, antes de que se restablezca el orden constitucional.
Art. 6. El Congreso de la Unión expedirá las convocatorias correspondientes para la elección del Presidente de la República y, una vez efectuada ésta, el Primer Jefe de la Nación entregará al electo el Poder Ejecutivo de la Nación.
La tarde del 10 de octubre de 1914 se efectuó la sesión inaugural de la Convención de Aguascalientes, en el Teatro Morelos de aquella población. Los más buenos deseos animan a los delegados y un sincero optimismo flotaba en el ambiente. Se creía que las dificultades iban a ser definitivamente resueltas, que en aquellas reuniones se formaría el programa del nuevo Gobierno de acuerdo con las necesidades y aspiraciones del pueblo mexicano. El general Antonio I. Villarreal fue nombrado presidente de la Convención. Poco después sus miembros la declararon soberana y firmando sobre la bandera nacional, protestaron solemnemente, bajo su palabra de honor, cumplir y hacer cumplir los acuerdos y disposiciones que de ella emanaran.
(…) El 16 de octubre por la tarde Villa llegó a la ciudad inesperadamente, el 17 se presentó a la Asamblea, dio un cordial abrazo a Obregón, firmó también la bandera y pronunció un mal hilvanado discurso que no pudo concluir porque estaba emocionado y los sollozos ahogaron sus palabras.
Al día siguiente se nombraron dos importantes comisiones. La primera para invitar a ir a Aguascalientes al C. Primer Jefe y la segunda para que hiciera lo mismo con el general Zapata. El señor Carranza dio por toda respuesta un pliego, con instrucciones de que fuera abierto en la Convención. Zapata envió un numeroso grupo de representantes encabezados por el licenciado Antonio Díaz
Soto y Gama.
El día 24 llegaron los zapatistas a Aguascalientes. El 27 asistieron por primera vez a las sesiones. La de esa mañana fue la más tormentosa de cuantas se celebraron. Muy poco faltó para que se convirtiera en tragedia. Soto y Gama subió a la tribuna y pronunció un vehemente discurso atacando a don Venustiano y criticando el hecho de que se hubiera firmado sobre la bandera nacional. Dijo, entre otras cosas, que aquella bandera era una piltrafa, un guiñapo inútil y ridículo. La tormenta estalló. Todos gritaban desordenadamente. Muchos delegados echaron mano a las pistolas y estuvieron a punto de disparar llenos de indignación sobre Díaz Soto y Gama, quien permaneció en la tribuna con los brazos cruzados, inmóvil y sereno. Entre la gritería se escuchaban las voces de Eduardo Hay y Mateo Almanza que recomendaban calma a sus compañeros. La calma se hizo al fin, Soto y Gama continuó su discurso. Quince minutos más tarde los delegados le aplaudían con entusiasmo desbordante.
(…) El Primer Jefe declinó en su respuesta la invitación que se le había hecho de ir a Aguascalientes, renunciando condicionalmente al Poder. Decía que estaba dispuesto a dejarlo, siempre que Villa y Zapata se retiraran también a la vida privada y que se estableciera un Gobierno Preconstitucional, encargado de realizar las reformas políticas y sociales que necesitaba el país. (…) Los puntos más trascendentales que contenía [el dictamen de la Convención] fueron los siguientes: Primero: Cesa como Primer Jefe del Ejército Constitucional, encargo del Poder Ejecutivo de la Unión, el C. Venustiano Carranza, a quien se le otorga el grado de general de división con antigüedad del Plan de Guadalupe. Segundo:
Cesa el general Francisco Villa como jefe de la División del Norte. Tercero: Nómbrese un Presidente Provisional por 20 días mientras se traslada la Soberana Convención a la capital de la República y el general Emiliano Zapata manda un delegado debidamente autorizado.
(…) El general Villa manifestó desde luego que estaba dispuesto a dejar el mando de su División y hasta representó la comedia de entregar sus fuerzas a Gutiérrez; comedia nada más, pues siguió dando órdenes a sus subordinados (…).
Por lo que a don Venustiano se refiere no tomó en cuenta el cese dado por los convencionistas. El 2 de noviembre partió de la capital rumbo a Córdoba, de donde dirigió una circular a los militares que habían asistido a las sesiones del Teatro Morelos ordenándoles que se presentaran a su Secretaría de Guerra y Marina.
(…) La Convención se dirigió a San Luis Potosí y más tarde a Querétaro, donde se esperó la noticia de la toma de la capital, que fue evacuada el 24 de noviembre por los últimos carrancistas (…). Esa misma noche entraron los zapatistas dando a los habitantes toda clase de garantías (…).
Un reportero enviado a la Convención de Aguascalientes,
citado por Jesús Silva Herzog,
Breve historia de la Revolución Mexicana, Tomo 2,
Fondo de Cultura Económica, México, 1960, pp. 157-161.
Instrucciones
1. Por medio de una investigación en fuentes confiables y especializadas,
Caudillo revolucionario | Zonas de influencia | Objetivos de su movimiento |
Venustiano Carranza | ||
Álvaro Obregón | ||
Plutarco Elías Calles | ||
Emiliano Zapata | ||
Francisco Villa | ||
Pascual Orozco |
2. Investiga cuál fue la participación de Yucatán y Michoacán en el movimiento revolucionario.
3. “En realidad, no hubo una revolución, sino varias revoluciones”, ¿qué tan de acuerdo estás con esta sentencia? Argumenta tu respuesta utilizando la información de tu investigación anterior.
Instrucciones
Localiza en YouTube los siguientes corridos y analízalos con atención:
Utiliza la información contenida en los corridos y responde a las siguientes preguntas:
Instrucciones
Instrucciones
Busca en Internet los siguientes corridos y analízalos con detenimiento.
Localiza en la biblioteca o en Internet el artículo “Fragmentos de historia popular II. La mujer en la revolución”, de Eva Salgado, del Instituto Mora y revísalo con atención.
Ve película La soldadera del cineasta José Bolaños (1966) y analízala con detenimiento. Utiliza todas las fuentes anteriores y responde lo siguiente:
La promulgación de la Constitución de 1917 cierra la etapa de lucha armada que vivió México durante la Revolución Mexicana. En este movimiento armado, que involucró a diversas clases sociales –campesinos, obreros, sectores medios y la burguesía nacional–, fue significativo el papel que desempeñaron las mujeres, sobre todo las pertenecientes a los sectores campesino y obrero. Ese papel, digno de reconocimiento y encomio, representó un cambio importante en un mundo en el que sólo los hombres intervenían, mientras que el papel de la mujer estaba limitado a las labores del hogar.
Pero ese cambio no empezó con la Revolución; durante las últimas décadas del siglo XIX la presencia femenina se manifestó en diversos oficios, cuando el proceso de industrialización iniciado en el porfiriato brindó a las mujeres la posibilidad de trabajar en fábricas, talleres, comercios, oficinas públicas, e incluso en los círculos académicos y en el magisterio. Era una época en la que llegaba a México la influencia de los movimientos feministas europeos y estadounidenses, entre ellos el sufragismo (promotor del voto, femenino en este caso), que se difundieron mediante los escritos de un grupo de mujeres, que transmitieron las ideas de libertad y democracia, y en las que además se empezaba a cuestionar el papel subordinado de la mujer.
Esas ideas impulsaron la presencia de la mujer en el escenario político y en la formación de organizaciones femeninas que, además de protestar por los abusos cometidos en el porfiriato hacia los trabajadores, se pronunciaron en contra de la reelección de los gobernantes y pugnaron porque se reconociera la igualdad de derechos para hombres y mujeres.
La participación de las mujeres en la Revolución Mexicana se inició con su apoyo al movimiento precursor magonista y, al comenzar la lucha armada, se sumaron a los combatientes desde los distintos frentes, en las diversas facciones y durante todas las etapas del proceso revolucionario, cumpliendo su papel como soldaderas, empleadas, obreras, periodistas o maestras. La mayoría de estas mujeres quedaron en el anonimato pero de algunas se conserva el nombre y apellido.